lunes, 27 de enero de 2020

PREMIOS GOYA


Noche de gloria para Pedro Almodóvar en los Goya.

La película más personal del cineasta se alza con siete galardones en una gala en la que fueron premiadas las interpretaciones de Antonio Banderas y Belén Cuesta.

 Todos los ganadores de los Premios Goya 2020 posan para la foto de familia.

Pedro Almodóvar se puso a escribir Dolor y gloria influido por sus sensaciones de tranquilidad y de calma en la piscina donde se trataba su dolor de espalda hace unos veranos. “El mejor momento del día”. De esa corriente pasó a una corriente de su infancia, la del río donde su madre y las mujeres del pueblo lavaban la ropa. “Para mí era una fiesta y me di cuenta de que estaba escribiendo de mí mismo, del paso del tiempo”, aseguraba sobre el escenario. Finalmente, su inmersión en una vida que es la suya solo en parte, un juego de autoficción que lo mismo reproduce su casa en la pantalla que construye una infancia imaginada para el guion, le ha llevado a ganar siete goyas. Su canto de amor al cine (“no concibo la vida sin seguir rodando”, confesó) fue elegida la mejor película de la 34ª gala de los premios Goya.

En realidad, toda la ceremonia —larga, eterna— fue un homenaje a Almodóvar. Penélope Cruz y Ángela Molina le entregaron el premio a mejor dirección. “El cine de Pedro me ha hecho más libre”, aseguró con su galardón a mejor música en la mano el compositor Alberto Iglesias, que con este lleva 11: es la persona con más estatuillas. El premio a mejor actor protagonista fue para Antonio Banderas, el Salvador Mallo, trasunto de Almodóvar en su físico y en sus enfermedades, que no en sus vivencias. Para eso se habían montado unos Goya en Málaga: para que por fin el actor lograra su primer premio competitivo —recibió el de Honor en 2015— tras cinco nominaciones previas. Los más de 3.200 asistentes, el mayor aforo en las 34 ediciones de los premios, se pusieron en pie para aplaudirle. Muy emocionado, golpeando la estatuilla, renunció a dar su discurso preparado. “Todo esto es Pedro. Hemos pasado cuatro décadas y ocho películas… Nunca he conocido a alguien con la lealtad que tú tienes para tu cine”, arrancó. “Y tenía que llegar hasta aquí contigo”. Para cerrar sus palabras, Banderas celebró que se cumplían tres años de su infarto de miocardio. “No solo estoy vivo, sino que me siento vivo”.

 El director Pedro Almodóvar besa la mano de la actriz Benedicta Sánchez, ganadora del Goya a la mejor actriz revelación.El director Pedro Almodóvar besa la mano de la actriz Benedicta Sánchez, ganadora del Goya a la mejor actriz revelación.

En cambio, la magia de Málaga no sirvió para que Pepa Flores rompiera su silencio mediático y recogiera el Goya de Honor. Marisol se mantuvo consecuente con su ausencia de la actualidad desde hace 35 años y vio la gala desde casa. Mejor para ella, porque hubo bostezos constantes que no lograron superar Andreu Buenafuente y Sílvia Abril, presentadores en un inmenso escenario, el del palacio de deportes José María Martín Carpena, al que se le sacó partido en lo visual.
Otro momento almodovariano llegó con el reconocimiento, a sus 87 años, a Julieta Serrano, la madre en pantalla del cineasta, como mejor actriz secundaria. No lo recibió Penélope Cruz, la otra Jacinta de Dolor y gloria, en el metraje de la infancia del protagonista. En su lugar ganó el Goya a mejor actriz protagonista otra malagueña, Belén Cuesta, la mujer doliente y sufrida esposa de un topo de la posguerra civil española durante 33 años en La trinchera infinita. Otra presencia femenina refulgente llegó con Benedicta Sánchez, otra madre sufrida en Lo que arde, y mejor actriz revelación a sus 84 años. El drama de Oliver Laxe también recibió el premio a la mejor dirección de fotografía, una labor de Mauro Herce que otorga magia a las imágenes de Laxe. Belén Funes obtuvo el Goya a la mejor dirección novel por La hija de un ladrón.
Si la gala se planteaba como una fiesta, se fue de madre. Si era una competición a tres bandas, así se mantuvo hasta el final de la entrega. Pero en ese cierre, el resultado se desniveló a favor de Dolor y gloria. Mientras dure la guerra, de Alejandro Amenábar, se llevó cinco estatuillas, entre ellos el de mejor actor de reparto para Eduard Fernández; La trinchera infinita, dos, para Cuesta y para su sonido. Intemperie, de Benito Zambrano, logró otros dos, el de mejor canción, para Javier Ruibal, y el de mejor guion adaptado, ya que se basa en la novela homónima de Jesús Carrasco.


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A MI HONORABLE PADRE. 19/05/08

A mi honorable padre.

Me encuentro en una situación difícil, pero cómoda. Es como si flotara en el espacio de los recuerdos. Todo sabe a recuerdos, todo son momentos vividos. Si camino, recuerdo; si pienso recuerdo más intensamente; si tomo cerveza, recuerdo instantes que compartimos; si voy a la compra, él siempre está presente. Todo lo que hay a mi alrededor me recuerda a él. Sueño con su presencia. Fue una persona muy importante en mi vida y para mi vida. Le dije millones de veces que lo quería y eso me reconforta sobremanera. Ahí ando, en estos senderos me encuentro. En alguna ocasión, los lagrimales vierten alguna gota de dolor. Sigo viviéndolo mucho más intensamente que cuando me regalaba su presencia.
Fue un hombre bueno, un buen hombre. Íntegro hasta la exageración. Honesto hasta hacer de la honestidad misma su modo de vivir. Paciente como el mejor chacal que espera el movimiento de su presa para capturarla, él para ayudarla. No tenía palabras de más, las que usaba se llenaban de esperanza y de emoción contenida. Lo quise hasta la profundidad del alma compartida y amiga. Tuve poca comunicación con él en los últimos años porque se apagaba su intelecto y, a la vez, su generosidad de coloso humano.Todo huele a él; todo sabe a él; todo suena a él. A él. A él mismo.

Siempre te recordaré, siempre te querré querido papá.

IN MEMORIAM - Tu hijo Josemari.


A MI MADRE

A MI MUSA

¿Y ahora qué? Ya no estás a mi lado.
Tu presencia se deshace tal el hielo
en fuego, se fija como una obsesión
que me llena y me llega y me yaga
en tremendos nubarrones irónicos
que deshacen amapolas de sueño.
Ese sueño sutil y estremecedor
de tu voz, de tu sonrisa,
de tus tranquilizadoras manos,
alentadoras de sueños.
¡Dímelo al oído cuando estés!
Dime que quieres aunque sea un susurro mío,
un agradable abrazo mío, tal vez
un espontáneo beso mío.
¡Dímelo cuando estés!
Dime que el sueño sueña,
dime que el amor ama,
dime que sin llorar lloras,
dime que no podemos hacer nada, ya
dime que me quieres.
¡Dímelo mamá cuando estés!
Te quiero, quise y querré, a morir, planeta de mis sueños.

LA MISIÓN DE EDUCAR

Educar es lo mismo que ponerle un motor a una barca. Hay que medir, pesar, equilibrar... y poner todo en marcha. Pero para eso uno tiene que llevar en el alma un poco de marino, un poco de pirata, un poco de poeta, y un kilo y medio de de paciencia concentrada. Pero es consolador soñar, que ese inexperto barco mientras uno lo trabaja, irá muy lejos por el agua. Soñar que ese navío llevará nuestra carga de palabras hacia puertos distantes, hasta islas lejanas. Soñar que cuando un día esté durmiendo nuestra propia barca, en barcos nuevos seguirá nuestra bandera enarbolada. Manuela Fernández

PARA MI VIDA, PARA TI.


PARA MI VIDA, PARA TI.

Amor, azucena celestial,
que nada entre espumosas olas,
¿por qué no me dices que me quieres?
¿por qué no colocas tu dulce,
perfume entre caracolas?
Dime amor, huele mi perfume,
ama mi instante, sueña con
tu sombra, con tu recuerdo,
inventa la estrella, ama el infinito
exhala perfumes inquietos
y dormidos silencios de placer.
¿Por qué no me dices que me quieres?
Hambre de mis venas,
Elegíaca amaca,
Luz de mis luces,
Entrada de mis penas,
Novela sin escribir,
Amor de mi vida.
¿Qué quieres que te diga más?
¿Qué? ¿Qué sueñas?

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