La tormenta amarilla en Israel
Mario Vargas Llosa visita Cisjordania y escribe sobre el drama de los territorios ocupados.
David Grossman es uno de los grandes escritores israelíes. Era un joven periodista de la radio oficial en 1987, cuando decidió abandonar la rutina de las noticias para adentrarse en el drama provocado por los asentamientos de colonos en territorios ocupados a Palestina desde la guerra de 1967.
En 20 años ningún escritor se había acercado allí. Ahora un alto porcentaje de israelíes no sabe qué sucede en esa zona, donde se desarrolla lo que entonces Grossman (Jerusalén, 1954) contempló como una agresión a los derechos humanos. La situación ha empeorado. El resultado de aquella visita fue un libro, El viento amarillo, que conmovió a miles de lectores y provocó su expulsión de la radio y la inquina de algunos de sus compañeros. Esa obra de Grossman ha servido para que ahora un grupo de escritores prolonguen la experiencia dramática del escritor israelí con sus propios textos. Entre esos autores está el premio Nobel Mario Vargas Llosa, que acaba de revisitar los territorios ocupados de Cisjordania.Hubo jefes del Ejército, responsable principal de aquella agresión a los derechos humanos de los palestinos, que aconsejaron a sus oficiales que leyeran también El viento amarillo. A Yehuda Shaul, que ahora tiene 33 años, no hizo falta que se lo aconsejaran sus jefes: él lo leyó cuando aún era un sargento de operaciones en Hebrón, una de las metáforas de la política de asentamientos israelí, y encontró que lo que relataba Grossman sobre la discriminación, racial, política y civil de los palestinos debía ser denunciado.
Él, con Miki Kratsman, judío argentino que llegó a Israel a los 12 años y aquí se hizo fotógrafo y profesor, crearon Breaking the Silence (Romper el Silencio) el 12 de marzo de 2004. Compuesta por militares que cumplieron el servicio, la organización decidió recopilar testimonios anónimos de soldados cuyas identidades guardan en secreto. El escándalo ha sido tan grande como las amenazas que ahora se han intensificado contra ellos. Miki Kratsman dice, con la tranquilidad de un veterano (tiene 57 años), que se va a subir el tono de esa represión. Y las evidencias que tienen en Breaking the Silence son abrumadoras. “Pero no nos rendiremos. Ganaremos” dice Shaul.
“La lucha es contra los asentamientos. No es contra Israel”, continúa: “Yo soy un patriota, un sionista, mi familia es conservadora, tengo 10 hermanos, algunos son colonos; yo no iría adonde hay colonos, pero no quiero que mis sobrinos crezcan sin mí ni yo quiero vivir sin ellos. Así que voy a verlos”. Su lucha es moral: ni él, ni Miki ni el medio centenar de personas que constituyen su equipo, ni los mil colaboradores que de una u otra forman alimentan su lucha (muchos de ellos, militares que han testificado el lado oscuro de su trabajo), tienen nada contra el Estado de Israel. Quieren que cese la discriminación de los palestinos.
Lo que cuestiona Breaking the Silence, y por eso la organización trabaja por el fin del odio entre palestinos e israelíes, es que en el territorio común, en Cisjordania, en Jerusalén, en todas las zonas en las que los colonos reciben una protección que se niega a los palestinos expulsados de sus tierras, haya ciudadanos condenados a vivir como seres sin derechos elementales.
El libro que inspiró esta lucha es El viento amarillo. El nuevo libro, en el que trabaja Breaking the Silence y para eso han invitado a Vargas Llosa y a otros, aún está por definir. Le sugerimos al propio Grossman, que tanto ha marcado a Shaul y a sus compañeros, si aquel viento sería ahora una tormenta: “Sí, probablemente”, afirmó.
Amarillo es aquí el color del odio. Hasta los más optimistas creen que Israel vive la continuación peligrosa de una larga tormenta amarilla. Breaking the Silence nació para romper el silencio que ha alentado ese odio. E insiste en querer romper el origen de esa tormenta.
http://cultura.elpais.com/cultura/2016/06/18/actualidad/1466279961_799022.html
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