La antigua farsa.
Literatura: El teatro en el Barroco.
1.
Lope de Vega. Biografía.
2.
La comedia nueva. Características.
3.
Temas y obras del teatro de Lope.
4.
Personajes de la comedia lopesca.
5.
Tirso de Molina. Biografía.
6.
Características de su teatro. La creación de don Juan.
7.
Calderón de la Barca. Biografía y producción
dramática.
1. Lope de Vega. Biografía
Félix
Lope de Vega y Carpio nació en Madrid el 25 de noviembre de 1562 y murió el 27
de agosto de 1635. Fue hijo de Félix de Vega, bordador de profesión, y de
Francisca Fernández Flórez, naturales de Santander. Tras una breve estancia en
Valladolid, su padre se mudó a Madrid en 1561, a la recién estrenada Corte.
Niño muy precoz, además de escribir versos, leía latín
a los cinco años. A los doce escribe comedias. Es posible que su primera
comedia fuese, como el mismo Lope afirmaría en la dedicatoria de la obra a su
hijo Lope, El verdadero amante. Su
gran talento le lleva a la escuela del
poeta y músico Vicente Espinel, en Madrid, a quien siempre citó con
veneración. Continúa su formación en el Estudio
de la Compañía de Jesús, que más tarde se convierte en Colegio Imperial. Cursa después estudios de teología en la Universidad
de Alcalá de Henares, pero no logra ningún título. Quizá su conducta
desordenada y mujeriega le hace poco apto para el estudio. Así que quienes le
financian su formación, dejan de hacerlo. Así, Lope no consigue el grado de
bachiller y para ganarse la vida tiene que trabajar como secretario de
aristócratas o escribiendo comedias y piezas de circunstancias. En 1583 se
alista en la marina, en medio de una guerra contra Portugal y pelea en la
batalla de la Isla Terceira a las órdenes de su futuro amigo don Álvaro de
Bazán, marqués de Santa Cruz.
Elena Osorio fue su primer gran amor a los 17 años, la "Filis" de sus versos, separada
entonces de su marido, el actor Cristóbal Calderón; Lope pagaba sus favores con
comedias para la compañía del padre de su amada, el empresario teatral Jerónimo Velázquez. En 1587 Elena
aceptó casarse por conveniencia con el noble Francisco Perrenot, sobrino del
poderoso cardenal Granvela. Un despechado Lope de Vega hizo entonces circular
contra ella y su familia unos libelos.
Denunció la situación en su comedia Belardo el furioso y en una serie de
sonetos y romances pastoriles y moriscos, por lo que un juez lo envió a la
cárcel. Reincidió y un segundo proceso judicial en 1579 fue más tajante: lo
desterraron ocho años de la Corte y dos del reino de Castilla, con amenaza de
pena de muerte si desobedecía la sentencia. Lope de Vega recordaría años más
tarde sus amores con Elena Osorio en su novela dialogada, La Dorotea. Sin embargo, por entonces, estando en Valencia, ya se
había enamorado de Isabel de Alderete y
Urbina, hija del pintor del rey Diego de Urbina, con quien se casó el 10 de
mayo de 1588 tras raptarla con su consentimiento. En sus versos la llamó "Belisa". Ese mismo año intentó
reanudar su carrera militar alistándose en la Gran Armada, en el galeón San
Juan. Por entonces escribió un poema épico en octavas reales: La hermosura de Angélica, que pasó
desapercibido.
Con Isabel de Urbina vivió en Valencia y allí siguió
perfeccionando su fórmula dramática, asistiendo a las representaciones de una
serie de autores pertenecientes a la llamada Academia de los nocturnos, como Francisco Agustín Tárrega, el
secretario del Duque de Gandía Gaspar de Aguilar, Guillén de Castro, Carlos
Boil y Ricardo de Turia. Aprendió a desobedecer la unidad de acción narrando
dos historias en vez de una en la misma obra, el llamado imbroglio o embrollo
italiano.
Tras cumplir los dos años de destierro de Castilla,
Lope de Vega se trasladó a Toledo en 1590 y allí sirvió al marqués de Malpica y, algún tiempo después, al quinto duque de Alba, don Antonio de Toledo y
Beamonte. Para esto se incorporó como gentilhombre de cámara a la corte ducal
de Alba de Tormes, donde vivió entre 1592 y 1595. En este lugar leyó el teatro
de Juan del Encina, del que tomó el
personaje del gracioso o figura del donaire, perfeccionando aún más su fórmula
dramática. En el otoño de 1594, murió Isabel de Urbina de sobreparto. Escribió
por entonces su novela pastoril La
Arcadia, donde introdujo numerosos poemas.
En diciembre de
1595, cumplió los ocho años de destierro de las Cortes y regresó a Madrid. Al siguiente año, allí mismo, fue procesado por
vivir sin estar casado con la actriz viuda Antonia
Trillo. En 1598 se casó con Juana de
Guardo, hija de un adinerado abastecedor de carne de la Corte, lo que
motivó las burlas de diversos escritores como Luis de Góngora, ya que al
parecer era una mujer vulgar y todos pensaban que Lope se había casado por
dinero. Tuvo con ella, sin embargo, un hijo muy querido, Carlos Félix, y tres hijas.
Volvió a trabajar como secretario personal de Pedro
Fernández de Castro y Andrade, en aquel momento Marqués de Sarria y futuro
Conde de Lemos, y allí permaneció hasta 1603. Se enamoró de Micaela de Luján, la "Celia" o "Camila Lucinda"
de sus versos; mujer bella, pero inculta y casada, con la cual mantuvo
relaciones hasta 1608 y de la que tuvo cinco
hijos, entre ellos dos de sus predilectos: Marcela (1606) y Lope Félix (1607).
Durante varios años, Lope de Vega tuvo que trabajar
muy duro para poder mantener a sus múltiples amantes (muchas de ellas
actrices), hijos legítimos e ilegítimos; escribió poesía lírica y comedias,
impresas éstas, muchas veces sin corregir.
A los treinta y ocho años pudo al fin corregir y
editar parte de su obra sin los errores de otros. Como primer escritor
profesional de la literatura española, pleiteó
para conseguir derechos de autor sobre quienes imprimían sus comedias sin
su permiso. Consiguió, al menos, el derecho a la corrección de su propia obra.
En 1605 entró al servicio de Luis Fernández de Córdoba y de Aragón, duque de Sessa. Esta
relación le atormentaría años más tarde, cuando tomó las órdenes sagradas y el
noble continuaba utilizándole como secretario y alcahuete, de forma que incluso
su confesor llegaría a negarle la absolución.
En 1609 leyó y publicó su Arte nuevo de hacer comedias, en el que describió con lujo de
detalles su concepción del teatro, en el que rompió con varios esquemas
clásicos, comenzando a mezclar lo trágico y lo cómico, e ingresó en la "Cofradía de Esclavos del Santísimo
Sacramento" en el oratorio de Caballero de Gracia, a la que
pertenecían casi todos los escritores relevantes de Madrid. Entre ellos estaban
Francisco de Quevedo, que era amigo personal de Lope y Miguel de Cervantes. Con
éste último, tuvo unas relaciones tirantes a causa de las alusiones
antilopescas de la primera parte del Don Quijote (1605).
La segunda década del siglo XVII, son fechas de una
profunda crisis existencial, impulsada quizá por la muerte de parientes
próximos y que le inclinaba cada vez más hacia el sacerdocio. A esta
inspiración responden sus Rimas sacras
y las numerosas obras devotas que empieza a componer, así como la inspiración
filosófica que asoma en sus últimos versos. En 1612 Carlos Félix murió de fiebres. El 13 de agosto del año siguiente,
falleció Juana de Guardo, al dar a
luz a Feliciana. Tantas desgracias
afectaron emocionalmente a Lope, y el 24
de mayo de 1614 decidió al fin ser ordenado
sacerdote. Lope medita profundamente sobre su vida, está muy arrepentido y
renuncia a seguir escribiendo.
En sus últimos años de vida Lope de Vega se enamoró de
Marta de Nevares, en lo que puede
considerarse "sacrilegio" dada su condición de sacerdote; era una
mujer muy bella y de ojos verdes, como declara Lope en los poemas que le
compuso llamándola "Amarilis" o
"Marcia Leonarda", como en
las Novelas que le destinó. En esta época de su vida cultivó especialmente la
poesía cómica y filosófica, meditando sobre la vejez y su alocada juventud en
romances como las famosas "barquillas".
En 1627 ingresó
en la Orden de Malta, honor enorme para Lope, en cuyo retrato más difundido
viste precisamente el hábito de San Juan. EL interés de Lope por las órdenes de
caballería en general, y por la de Malta en particular, le llevó a escribir
entre 1596 y 1603 la pieza teatral "El valor de Malta", ambientada en
las luchas marítimas que la Orden mantuvo por todo el Mediterráneo con los
turcos.
A pesar de los honores que recibió del rey y del papa
los últimos años de Lope fueron infelices. Sufrió que Marta se volviera ciega en 1626, y muriera loca, en 1628. Lope Félix, hijo suyo con Micaela de
Luján y que también tenía vocación poética,
se ahogó pescando perlas en 1634 en la isla Margarita. Su amada hija Antonia Clara, fue secuestrada por un
hidalgo, novio suyo, para colmo apellidado Tenorio. Sólo una hija natural suya, la monja Marcela, le sobrevivió.
Lope de Vega
murió el 27 de agosto de 1635 en su casa de la calle de Francos en Madrid, cuando contaba setenta y tres años. Las honras fúnebres las costeó el duque de Sessa y se
convirtieron en un homenaje multitudinario. Doscientos autores le escribieron elogios que fueron publicados en
Madrid y Venecia. Fue enterrado en la iglesia de San Sebastián de Madrid.
Decir "Es de Lope" indicaba, en la época, que algo era excelente. Cervantes,
a pesar de su antipatía por Lope, lo llamó "el monstruo de la
naturaleza" por su fecundidad literaria.
2. La comedia nueva. Características.
Lope fue el máximo exponente, junto a Tirso de Molina
y Calderón de la Barca, del teatro barroco español. Sus obras siguen
representándose en la actualidad y constituyen una de las más altas cotas
alcanzadas en la literatura y las artes españolas. Fue también uno de los
grandes líricos de la lengua castellana y autor de muchas novelas.
Se le atribuyen unos 3.000 sonetos, 3 novelas, 4
novelas cortas, 9 epopeyas, 3 poemas didácticos, y varios miles de comedias, _1.800
según Juan Pérez de Montalbán _. Fue amigo, aunque con limitaciones, de Quevedo
y de Juan Ruiz de Alarcón, pero no tenía buena opinión de Góngora y fue
envidiado por Cervantes ya que no estrenaba comedia en Madrid por la
extraordinaria fama de Lope. Fue padre de la también dramaturga sor Marcela de
San Félix.
Lope
quiso crear un teatro mayoritario, esencialmente popular y nacional, pero con
calidad poética. Escribió sus obras de teatro fundamentalmente para deleitar al
público. Sus rasgos fundamentales son:
·
Ruptura
con las normas clásicas. Lope
expuso su fórmula de hacer teatro en El
Arte nuevo de hacer comedias, de 1609 donde señala que mezcla elementos del
drama anterior con abundantes innovaciones. Lope era consciente de que su
teatro tenía como objetivo gustar al público. Esta nueva norma quedó fijada
como norma de todo teatro del siglo XVII.
·
Rechazo
de las tres unidades.
Según Aristóteles y los renacentistas, la obra dramática debía reflejar las
unidades de lugar, tiempo y acción; esto es, tenía que desarrollarse en único
espacio/decorado, en un tiempo máximo de un día, debía exponer un único
conflicto o tema. Lope hace todos los cambios que considera que son del gusto
del público. Así, respecto al lugar introduce numerosos escenarios que aportan
dinamismo y vistosidad al espectáculo; en cuanto al tiempo, Lope lo alarga todo
lo que le conviene. La unidad de acción es la más respetada por Lope, aunque,
en general, junto a la acción principal, establece una secundaria que le sirve
de contraste.
·
La
obra se representa en tres actos,
en lugar de los cinco actos del teatro clásico. A grandes rasgos, los actos
corresponden a la exposición, nudo y desenlace del argumento, aunque aconseja
que hasta la mitad del tercer acto nadie pueda prever el final.
·
Mezcla
lo trágico y lo cómico. Frente
a la tajante división clásica, que imponía tonos absolutamente diferenciados a
la tragedia y la comedia, en el teatro de Lope se mezclan tonos y ambientes
diferentes.
·
Uso
de diferentes tipos de versos, o sea, polimetría. La obra está exclusivamente escrita en
verso; predomina en ella el octosílabo, si bien hay una muestra abundantísima
de otros metros. En general, el tipo de verso se adapta con enorme habilidad a
la situación.
·
El
decoro es la adecuación entre el personaje y su forma de hablar. Cada personaje debe usar un lenguaje
que lo caracterice, y que dé verosimilitud y variedad a la obra.
·
La
figura del gracioso o del donaire.
Es un personaje que proviene de la evolución y profundización del bobo de Lope
de Rueda, y a veces alcanza bastante complejidad.
·
Intercalación
de elementos líricos:
introducción de canciones y bailes que animan y dan colorido y vistosidad al
espectáculo.
3.
Temas y obras de Lope.
De
las 1.500 obras dramáticas que Lope dijo haber escrito, se conservan 426, de
las que sólo son seguras 314 comedias y 42 autos sacramentales; todas son muy
difíciles de fechar. Lope de Vega defendía la libertad en la elección de temas,
y su teatro presenta una temática variada: religiosa, histórico-legendaria, de
amor y enredo, pero el autor opinaba que los temas que más conmovían al público
eran los conflictos de honra y honor.
______ Según los temas, las obras de Lope de Vega se clasifican en
los siguientes grupos:
El tema religioso y mitológico.
El tema religioso aparece en obras sacramentales y en
comedias. Algunas dramatizan vidas de santos y otras recogen leyendas de origen
medieval. También escribe dramas de inspiración bíblica. Su religiosidad es
siempre de tipo popular, en estas obras la ternura o la emoción humana
desempeñan un importante papel y también abundaban los más sorprendentes
milagros y con ellos ofrecía a su público una prueba evidente del poder y de
misericordia de Dios.
Destacan: El
robo de Diana, Los trabajos de Jacob, El rústico del cielo, La hermosa Esther o
El nacimiento de Cristo.
De tema mitológico son: Las mujeres sin hombres (sobre las
amazonas), El marido más firme (Orfeo), El laberinto de Creta o El amor
enamorado (Dafne)
Las comedias de historia y leyendas: La honra y el honor
Muchas
las encontramos ambientadas en la Edad Media y están basadas en asuntos que
toma de las leyendas, de las crónicas, etc. En este tema se pueden incluir
también los dramas del poder injusto,
son aquellos que plantean conflictos entre el pueblo y la nobleza. En los casos
en que el pueblo se rebela contra un noble tirano. Normalmente el rey acaba
dando la razón a alguno de los dos bandos. En los casos en que le da la razón
al pueblo la figura del rey queda fortalecida y éste es aclamado por el pueblo,
porque representa la justicia frente al abuso feudal de algunos nobles. Es
decir, en este sentido cumple la función social de apuntalar la monarquía
absoluta frente al poder de algunos nobles indignos. En estas obras en ningún
momento se cuestionará la figura del monarca ya que cuando es el rey quien
representa al poder injusto, la ofensiva queda sin venganza.
Destacan: El
último godo, El bastardo Mudarra, El mejor alcalde, el rey, El
mejor mozo de España, El Caballero de Olmedo. Fuente Ovejuna,
Peribáñez y el comendador de Ocaña, El villano en su rincón, etc.
Las comedias contemporáneas de amor y enredos.
Son
obras llenas de equívocos e intrigas que se sitúan en ambientes rurales o
urbanos de la época y que giran en torno al tema amoroso, con muchachas que se
disfrazan de hombres, encuentros fortuitos, visitas inesperadas, fiestas o
romerías, etc. Suelen tener un tono desenfadado y un final feliz. Entre las
obras de este tema destacan El acero de
Madrid, El perro del hortelano, La dama boba.
Mientras,
viejo y cansado, cuida a Marta de Nevares, ultima Lope una obra maestra,
elaborando tal vez materiales muy anteriores: La Dorotea (1632,
año en que muere Amarilis), donde evoca sus amores mozos con Elena Osorio. La
denominó «acción en prosa»; está
dividida en cinco actos, y es un largo texto irrepresentable, en la estela de La Celestina, en donde los
personajes son los protagonistas de aquellos episodios juveniles.
Lope
no dejó de escribir hasta cuatro días antes de su muerte. Muchos de estos
poemas de los últimos tiempos se publicaron póstumamente en La vega del Parnaso (1637).
4.
Personajes de la comedia
lopesca.
Los
personajes más habituales en la comedia del siglo de Oro son:
ü
El Rey, si es
joven, es un galán soberbio y a veces injusto; si es viejo, es prudente y
necesario para restablecer la justicia. Representa el poder. Establece el orden
y la justicia.
ü
El Galán reúne
todas las virtudes que se esperan de él: juventud, generosidad, paciencia,
capacidad de sufrimiento, etc. Los sentimientos que le mueven son: amor, celos
y honra.
ü
El Noble poderoso (Antagonista),
orgulloso de su linaje, suele ser un noble que abusa de su poder, luego es
tirano y malvado. Su papel en la comedia es negativo. Sólo puede castigarle el
rey.
ü
La Dama, complemento
femenino del galán, es noble, idealista, audaz y constante. Salvo raras
excepciones (El perro del hortelano), los personajes femeninos responden a la
pasividad social que tenían en su tiempo. Es muy habitual el personaje de la
mujer que se disfraza de hombre para realizar acciones masculinas como la
defensa de su honra. Esta mujer varonil suele crear situaciones de enredo muy
del gusto de la época.
ü
El Caballero o Hidalgo. Mantiene
el orden familiar, aparece como padre, hermano o esposo, que vela por el honor
y la honra de la familia. Suele ser el protagonista en las obras de honor. En
algunas obras de ambiente rural este papel lo cumple el Villano, el hombre del pueblo que representa la honradez y el
sentido moral.
ü
El Gracioso o figura del Donaire es el tipo por antonomasia de la comedia española. Suele
ser el criado del galán, pero también su consejero y amigo y su contrapunto en
el carácter. Es ingenioso, cobarde, ama el dinero, los placeres y la comida.
Suele emparejarse con la criada de la dama. Sus intervenciones rompen la
tensión y el dramatismo.
ü
La Criada, es la
confidente y acompañante de la dama que desempeña una especie de papel de
gracioso en mujer.
5.
Tirso de Molina. Biografía.
Gabriel
Téllez (Madrid, 1579-Almazán, Soria, 1648), conocido en el mundo literario
con el pseudónimo de Tirso de Molina, tuvo una andadura vital, a diferencia de
Lope de Vega, con pocos sobresaltos.
De origen humilde ingresó de joven en el convento
madrileño de la Merced, de ahí que fuera fraile mercedario. A partir de este
momento su vida irá ligada a los designios de sus superiores, cuyos dictados
Tirso cumplió siempre con dignidad y obediencia. Recorrió un buen número de
conventos mercedarios (Guadalajara, Toledo, Soria, Segovia, Sevilla, Trujillo,
Cuenca, etc.) ocupando el cargo de comendador en alguno de ellos. Junto con
Madrid fue Toledo la ciudad preferida de Tirso. Ahí pasó una de sus épocas más
felices: entregado a su vocación religiosa, a la lectura, a la producción
teatral, a la enseñanza y al trato con los amigos. En esta ciudad se encuentra
cuando es seleccionado para una misión pastoral en la isla caribeña de Santo
Domingo (1616-1618).
De este modo, Tirso es uno de los pocos escritores
barrocos que tuvo la oportunidad de conocer de cerca la realidad del Nuevo
Mundo. A ella se referirá en algunas de sus comedias, sobre todo, en la Trilogía
de los Pizarro (1626-1629) y en la Historia general de la Orden de la
Merced (1639), obra que Tirso escribe en su condición de cronista general
de la Orden.
El único suceso grave ocurre en 1625 cuando la Junta
de Reformación de las costumbres ataca al mercedario por dedicarse a escribir
«comedias profanas y de malos incentivos». Ello le obliga a Tirso a trasladarse
fuera de la corte, en concreto a Sevilla. Años después (1627-1636) aparecen,
hasta un total de cinco, los sucesivos tomos o partes que recogían el grueso de
su producción teatral, así como su miscelánea de
carácter religioso Deleytar aprovechando (1635), de estructura parecida
a su gran miscelánea profana los Cigarrales de Toledo (1624).
Sus últimos años los pasa como comendador del
convento de Soria. Y a principios de 1648 cae enfermo en el convento soriano de
Almazán, donde muere.
6.
Características de su teatro.
Tirso de Molina supo armonizar a la perfección su
condición de fraile mercedario y de escritor de comedias, de las que llegó a
escribir cerca de 400 según su propia confesión, aunque sólo nos han llegado
unas sesenta. Dentro de la historia de la comedia española constituye una de
las cumbres junto con Lope de Vega y Calderón de la Barca. Siempre se mostró
orgulloso de su talento literario y defendió con ahínco la comedia nueva frente
a los ataques de los clasicistas. En su opinión, la comedia se configura como
un espectáculo total y globalizador capaz de atraer a todos los espectadores de
los corrales de comedias. La tarea del comediógrafo ha de ser la de entretener,
divertir, provocar la admiración de ese público heterogéneo, exigente y bullicioso.
Y es precisamente ahí donde radica el valor fundamental del teatro tirsiano, en
haber elaborado unos mundos cómicos, unas acciones coherentes y complejas, un
universo de burlas y enredos admirable. Lo que sobresale, pues, en su teatro es
el humor refinado, las situaciones atrevidas, el gracejo de los personajes
rústicos y de los criados urbanos, la atmósfera de juego y diversión que reina
en buena parte de su producción teatral, en fin, la riqueza de los medios
lingüísticos plagada de creaciones originales. A este propósito vienen bien las
palabras que su gran amigo Juan Pérez de Montalbán dejara escritas en los
preliminares de la Parte IV de las comedias de Tirso, en las que elogia las
piezas teatrales del mercedario del siguiente modo: «lo sentencioso de los
conceptos admira, lo satírico de las faltas corrige, lo chistoso de los
donaires entretiene, lo enmarañado de la disposición deleita, lo gustoso de las
cadencias enamora, y lo político de los consejos persuade y avisa, siendo su
variedad discreta como un ramillete de flores diferentes que, además de la
belleza y la fragancia, aficiona con la diversidad y la compostura».
Todas estas características están presentes en sus
comedias más conocidas y admiradas:
Don Gil de las calzas verdes.
Marta la piadosa.
Mari Hernández, la gallega.
La celosa de sí misma.
Celos con celos se curan.
El vergonzoso en palacio.
La villana de la Sagra.
El condenado por desconfiado.
La prudencia en la mujer.
Los amantes de Teruel.
Cigarrales de Toledo.
El amor médico.
Los balcones de Madrid.
Esto sí que es negociar.
El mayor desengaño. Quien no cae no se levanta.
Bien es cierto que Tirso también escribió piezas
teatrales serias, entre la que destacan El burlador de Sevilla y
convidado de piedra, la pieza que más fama le ha dado al llevar a las
tablas al mítico don Juan Tenorio.
Don
Juan es un joven noble que conquista a diversas mujeres mediante el engaño y
las abandona después. Para ello, suplanta la personalidad de sus amantes,
realiza promesas falsas, traiciona a sus amigos, etc. En uno de estos enredos
mata al comendador de Calatrava, el padre de doña Ana, una de las damas a las
que engaña. Pero la temeridad de don Juan alcanza un grado aún más extremo: se
burla de la estatua que representa al comendador en su sepulcro y la invita a
cenar. La estatua, que cobra vida, asiste al encuentro concertado en la posada
de don Juan y le ofrece a su vez a este una cena en su capilla. Don Juan acude
también a su cita; en ese momento, la estatua le toma la mano y lo lleva al
infierno. Así, el comendador, convertido en el convidado de piedra, es el
encargado de ejecutar el castigo que el protagonista merece y que proviene del
Más Allá.
Esta obra ha sido interpretada, desde una perspectiva
moral, con el ejemplo de la necesidad de actuar de forma virtuosa para lograr
la salvación eterna. La condena de su protagonista supone la consecuencia
lógica de una vida entregada al pecado y despreocupada de la muerte, hecho que
el Barroco quiere hacer siempre presente.
Asimismo, en la obra se defiende el concepto de
honor en las clases populares y se censura el abuso de poder representado en la
figura de don Juan, que evita el castigo con sus influencias sociales y se apoya
en un sistema corrupto. La justicia ejemplar divina logra, pues, compensar las
carencias de la justicia humana.
A lo largo de la historia han sido abundantes las
recreaciones de este relato que ve la luz por primera vez en esta obra. Este
mismo siglo Moliere escribió Don Juan o el festín de piedra y en el
siglo XVIII hubo otras dos recreaciones: Carlo Goldoni escribió Juan
Tenorio o el libertino castigado. y Mozart compuso la ópera Don Giovanni.
En el siglo XIX, José Zorrilla inmortalizó al personaje en su Don Juan
Tenorio.
7. Calderón de la Barca. Biografía y
producción dramática.
Por su
dilatado recorrido vital, por la estratégica situación histórica que le tocó
vivir y por la variedad de registros de su excepcional obra teatral, Calderón
de la Barca sintetiza el magnífico, pero también contradictorio siglo XVII, el
más complicado de la historia española. Testigo de tres reinados (el de Felipe
III, el de Felipe IV y el de Carlos II) vivió la Europa del pacifismo, la
Europa de la Guerra de los Treinta Años y la del nuevo orden internacional,
simultáneo al lento declinar de la monarquía. Es decir, el Siglo de Oro de las
letras y las artes que fue también el siglo de barro y de crisis que habría de
definir después Ortega y Gasset como el del aislamiento o tibetanización de
España.
Descendiente de una mediana hidalguía de burócratas, Calderón conjugó el
vitalismo popular con la matemática depurada y exacta de la clase oficial de la
que fue cronista. Se educó en ese pensamiento oficial, pasó por la carrera
militar y recaló en el estado eclesiástico, aunque su biografía revela también
actitudes nada condescendientes, a veces, con su contexto histórico y vital.
Pero, sobre todo, revela al humanista tardío y al enciclopédico preilustrado
que alcanzó a conocer aún el lejano magisterio de Cervantes, que convivió con
Velázquez _ convirtiendo muchas veces en teatro lo que éste retrató_ y que fue
contemporáneo, entre otros, de Góngora, Quevedo, Gracián, Kepler, Monteverdi,
Hobbes, Pascal, Descartes, Espinoza, Hobbes y Locke.
Calderón
nace en Madrid, el 17 de enero del año 1600. La primera etapa de su vida
(hasta 1620), coincide con la última parte del reinado de Felipe III y de la
privanza del Duque de Lerma. La muerte prematura de su madre en 1610 y el
sentido autoritario de su padre, que dispone férreamente el destino y oficio de
sus hijos, que muere en 1615, hacen que Calderón crezca profundamente influido
por la complicidad familiar de sus hermanos Diego y José, pero, sobre todo, por
su fundamental estancia en el Colegio Imperial de los Jesuitas (1608-1613) y,
posteriormente, en las Universidades de Alcalá y de Salamanca, en la que
permanece hasta 1615.
La llegada al trono de Felipe IV y el ascenso del valido Conde Duque de
Olivares en 1621, supone también el del imparable ascenso creativo de Calderón,
la definitiva superación de la generación lopista y su consagración en el orden
artístico y social. Escribe comedias cortesanas como Amor, honor y poder
(su primera obra de éxito, estrenada en 1623 con motivo de la visita a Madrid
de Carlos, el Príncipe de Gales); comedias de enredo o de capa y espada como La
dama duende o Casa con dos puertas; dramas de celebración oficialista como El
sitio de Bredá (que a su vez Diego Velázquez, inmortalizará Velázquez en
Las lanzas); tragedias como El príncipe constante; o de personajes de
exaltado individualismo como Luis Pérez el Gallego y La devoción de
la cruz. Entre 1630 y 1640 Calderón se convierte ya en un clásico de su
tiempo. Es la década prodigiosa de El Tuzaní de las Alpujarras, que
cuenta la épica sublevación de los moriscos frente al absolutismo militar de
Felipe II; la década de las grandes tragedias bíblicas como Los cabellos de
Absalón, y del honor como El médico de su honra o El pintor de su honra.
Es también la década en que el debate entre individuo y poder, honor
estamental y virtud personal alcanzan la perfección del canon en El alcalde
de Zalamea.
La década en la que una gran parábola de la ambición
del conocimiento y del amor se ofrece envuelta en El mágico prodigioso.
La obra cumbre de este período, quizá de toda su dramaturgia, es La vida es
sueño excepcional drama sobre la libertad del hombre y los límites
impuestos por la ética social o la razón de estado. Al mismo tiempo, durante
esta etapa Calderón, de la mano de Olivares, entra en palacio para producir sus
primeras obras cortesanas y dirigir las representaciones teatrales. Ya en 1634
el dramaturgo escribe el auto sacramental El nuevo Palacio del Retiro
con seguridad encargo expreso del Valido para rememorar la edificación del
emblemático Real Sitio del poder, donde comenzarán a representarse espectáculos
de gran alcance escenográfico y coral como El mayor encanto Amor. Tales
servicios al rey se verán recompensados en 1636 cuando reciba de Felipe IV el
hábito de Caballero de la Orden de Santiago.
A esta
década de plenitud creativa, sucede la crisis. El prestigio de la unión de
Reinos, Estados y Señoríos que deseó Felipe IV se viene abajo mientras la
monarquía hispánica es incapaz de mantener la cohesión interior. Desde 1640
será imparable la rebelión de Cataluña, Portugal, Aragón o Andalucía. En
1643 cesará como Valido el Conde Duque de Olivares. La paz de Westfalia de
1648 marca la independencia de Flandes y un nuevo orden europeo del que
España será progresivamente marginada. Calderón participa como coracero en la
guerra con Cataluña hasta 1642, ve morir en la misma, en 1645, a su hermano José,
prestigioso militar. También morirá su hermano Diego dos años después. Es la
época en que nacerá su hijo natural Pedro José (1646). Crisis pues exterior e
interior que se refleja asimismo en un significativo cambio de su carrera
dramática. Y es que las muertes de la reina Isabel de Borbón y del príncipe
Baltasar Carlos y la intolerancia de los moralistas imponen en 1644 el cierre
de los teatros públicos durante cinco años. El dramaturgo se queda, al menos
provisionalmente, sin espacio para el oficio en el que había adquirido fama y
prestigio.
Aunque en
1649 se reabren los teatros, Calderón ha sufrido una crisis tanto espiritual
como profesional. La resolución de convertirse en secretario del Duque de Alba
durante unos años y la de ordenarse sacerdote en 1651 no pueden separarse tanto
de su abatimiento personal como de su necesidad de seguir contando con ingresos
económicos en su carrera de dramaturgo. En 1650 Felipe IV se casa con Mariana
de Austria y en 1652 se logra la paz con Cataluña. Pero el hundimiento español
se confirmará con la Paz de los Pirineos de 1659 y con el auge de
Inglaterra que, bajo Cromwell, va a minar progresivamente el horizonte
de expansión comercial y naval de España. Calderón, que desde 1653 ocupa la Capellanía
de la Catedral de los Reyes Nuevos de Toledo, se sabe en otra etapa
creativa, más concentrada, abstracta y oficialista. Sigue fiel a dos espacios
escenográficos y políticos: la celebración regia en el Palacio del Buen Retiro
y la fiesta teológica del Corpus en los autos sacramentales, adentrándose así
en la última y dilatada etapa de su producción dramática, para la que va a
contar con medios excepcionales que hoy podrían calificarse de verdadera
vanguardia teatral.
Calderón compone, ya entre 1630 y 1640 los primeros
y espléndidos autos sacramentales, de raíz más ética que cristiana como El
gran teatro del mundo o La cena del rey Baltasar. A partir de la
crisis de 1648 y, sobre todo, tras su regreso, después de su estancia en
Toledo, a Madrid en 1663 donde viviría en la calle Platerías hasta su muerte,
Calderón poseerá en exclusiva la escritura de estas piezas de teatro sacro en
las que con el enorme aparato escenográfico de los carros se escenifican de
manera grandiosa pero didáctica los misterios de la fe y la proclamación del
dogma de la Eucaristía. El Rey, la nobleza civil y eclesiástica contemplan
estos dramas, punto culminante de una dramaturgia en la que convergen la suma
de todas las artes, desde la música hasta la brillante disposición visual de
tramoyas y apariencias. Los personajes alegóricos pueblan el tablado en
representaciones que, si por un lado reflejan el pensamiento ortodoxo del
momento frente a la herejía, por otra documentan que Calderón fue también
víctima de la intolerancia del momento, pues al intentar representar en el auto
Las pruebas del segundo Adán la absurda imposición de las leyes de
limpieza de sangre a la figura de Cristo, fue objeto, incluso del acoso del
Santo Oficio.
Pero el Corpus era también fiesta y regocijo
popular: la solemne procesión de la Custodia y de los carros en los que habrían
de representarse los autos se acompañaba de bailes bulliciosos y hasta
exóticos, como las danzas de negrillos y de gitanos, a la par que la multitud
de visitantes que abarrota Madrid disfruta de la Tarasquilla, un dragón de
cartón piedra en el que se rememora el demonio del Leviatán vencido por Cristo.
La procesión culmina en la Plaza Mayor, escenario habitual de fiestas, corridas
de toros y juegos de cañas en las que se entretenían la nobleza y el pueblo
llano. El propio Calderón escribirá muchas piezas breves, entremeses y
mojigangas, que suponen un aspecto carnavalesco e irreverente frente a la
seriedad teológica de los autos.
Al mismo tiempo Calderón es el autor que con más
asiduidad escribirá espectaculares obras, casi siempre basadas en fábulas
mitológicas, para el Palacio del Buen Retiro, tanto en diversas estancias
reales como en sus jardines y estanque. A partir de 1640, además, se construye
un gran Coliseo. Allí la música y el canto, las primeras zarzuelas y óperas del
teatro español se ponen en escena con toda la magnificencia vanguardista
aportada por escenógrafos italianos como Cosme Lotti y Baccio del Bianco. Son
obras como La púrpura de la rosa, La fiera, el rayo y la piedra o Las
fortunas de Andrómeda y Perseo, que Calderón continuará escribiendo y
vigilando en sus ensayos incluso tras la muerte de Felipe IV en 1665 y la
llegada al trono de Carlos II. Con motivo del Carnaval de 1680 Calderón
aún compondrá la espléndida comedia Hado y divisa de Leónido y Marfisa.
En mayo
de 1681, cuando está acabando de componer los autos destinados al Corpus de ese
año, Calderón muere. Es enterrado con todos los honores, y su cadáver,
revestido de sus ornamentos sacerdotales y del hábito de la Orden de Santiago,
es llevado, de acuerdo con las propias palabras de su testamento,
"descubierto, por si mereciese satisfacer en parte las públicas vanidades
de mi mal gastada vida".
Dramaturgo trágico a la altura de Sófocles o
Eurípides en la angustiada perplejidad de los individuos que retrata y a la de
Shakespeare en las grietas de humana debilidad que supo mostrar del poder,
Calderón representa la cumbre de las artes escénicas de un periodo irrepetible.
Su estatua, erigida en 1881 en la Plaza de Santa Ana de Madrid, se levanta
frente al Teatro Español, emplazamiento del antiguo Corral del Príncipe. Desde
ella, en el cuarto centenario de su nacimiento, reclama la memoria de un tiempo
y de una obra que nació bajo el signo de la crisis de la modernidad y que aún
mantiene la emocionante y vigorosa contemporaneidad de un clásico.
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