La obra teatral que nos ocupa hoy no es otra que "Don Juan Tenorio", de José Zorrilla. Podría pensarse que fue un gran éxito desde el principio, como dijimos de "El Trovador", pero no fue así, desde luego. Se estrenó en 1844 pero no fue hasta 1860
que empezó a representarse con regularidad en la celebración de ánimas
en noviembre, en sustitución de otra obra que se representaba por esas
fechas, "No hay plazo que no se cumpla ni deuda que no se pague y convidado de piedra ", de Antonio de Zamora.
Los personajes que aparecen en la obra, don Luis Mejía, contrincante, don Gonzalo, padre de Inés, don Diego, padre de don Juan, doña Inés, Centellas y Avellaneda, amigos, Brígida, la celestina,
cada uno a su manera juegan un papel fundamental en el drama de don
Juan Tenorio, el drama de la incomunicación, la soledad, la culpa, que
inundan finalmente su vida.
Don Juan
aparece aludido por distintos personajes como Satanás, pero un diablo
con características muy familiares y, desde luego, muy humano. Don Juan
es arrogante, pendenciero, jugador, mujeriego y representa al héroe romántico
que no respeta además las normas morales ni las convenciones sociales. A
todo planta cara. A todo menos al amor verdadero, ante el que sucumbe, y
que finalmente le redime.
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José Zorrilla |
Se nos presenta en el acto I de la primera parte como un personaje que se atreve a decir
"Por donde quiera que fui,
la razón atropellé,
la virtud escarnecí,
a la justicia burlé,
y a las mujeres vendí.
Yo a las cabañas bajé,
yo a los palacios subí,
yo los claustros escalé,
y en todas partes dejé
memoria amarga de mí."
para en el acto II de la primera parte reconocer sin ambages la ternura que le produce doña Inés, y humillándose en el acto IV
ante don Gonzalo, en una escena de gran intensidad, y cuyo desenlace
supone el solitario y trágico destino de don Juan. Zorrilla es original
en el tratamiento de este personaje, de su profundidad psicológica;
don Juan es un personaje que evoluciona y cambia.
Doña Inés, por otra lado,
es apenas una niña de 17 años, tierna, inocente, dulce y desconocedora
de todos lo engaños del mundo. Desde casi su nacimiento está
enclaustrada en el convento, alejada del mundo y sus placeres, y es ella
la que logra ablandar el corazón del diablo. Pero esa doña Inés ya no
representa el ideal romántico sino que se acerca más a la mujer
sentimental.
Casi
todos los recursos que el autor nos presenta en la obra: la figura del
burlador, el convidado de piedra, la visión del propio entierro,...
fueron tomados de obras como "El burlador de Sevilla y Convidado de piedra" de Tirso de Molina, "Don Juan de Marana ou la chuté d'un unge" de Alejandro Dumas o la ya mencionada "No hay plazo que no se cumpla ni deuda que no se pague y convidado de piedra " de Antonio de Zamora.
Casi
nada es original, salvo la solución final que Zorrilla prepara a don
Juan, redimido finalmente por el amor, aceptando a Dios en su alma. Con
este final Zorrilla se desmaraca del romanticismo más liberal y
subversivo para alinearse con un romanticismo más retrógrado y moderado,
preservador de las normas y preceptos morales, y más al gusto de la
burguesía de la época.
Me ha encantando leerla y será
un verdadero placer verla en escena, representada por una buena
compañía. El teatro del Siglo de Oro siempre me gustó mucho y por
fortuna he podio asistir a la representación de varias de sus obras;
ahora el teatro romántico me está resultando un descubrimiento de los
más grato.
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