Agravios, desprecios, inquinas y otras virtudes literarias
Las entrevistas a personalidades de la cultura del siglo XX recogidas en ‘Retratos a medida’ rezuman, entre muchas virtudes excelsas, algunas curiosidades de la miseria humana.
Sorolla pinta un retrato del dramaturgo, guionista y productor de cine Jacinto Benavente (Madrid, 1866 - 1954) en 1917, cinco años antes de que el escritor recibiese el Premio Nobel de Literatura.
En el pequeño entramado de calles del madrileño Barrio de las Letras convivían en el Siglo de Oro como vecinos, Tirso de Molina, Francisco de Quevedo, Lope de Vega, Góngora. Cervantes y Calderón de la Barca. No hay guía turístico que deje de explicar a los visitantes como nota característica de esos escritores, más allá de la magnitud de su obra, los insultos que se lanzaban, la inquina que se profesaban, el ingenio que utilizaban para zaherirse unos a otros. Quevedo odiaba a Góngora hasta el punto de comprar la casa donde vivía para desahuciarlo y regularmente le mandaba raciones de tocino para infamarle como judío converso y de su nariz hizo un soneto demoledor.
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