domingo, 13 de septiembre de 2020

35 Premios Nobel de Literatura que sí pasarán a la historia

 Desde 1901, el Nobel de Literatura se ha entregado a 114 personas. Todos los años, excepto de 1940 a 1943 debido a la II Guerra Mundial. Y en total, sólo 14 mujeres han sido merecedoras, según la Academia, del galardón. 

Esta es una selección personal desde en la que persisten criterios como la importancia que aún hoy tienen las obras de algunos de los ganadores. Libros que han sobrevivido al paso del tiempo y cuyos autores han entrado dentro de un canon fácilmente reconocible para la mayoría de los lectores. Por supuesto, los contemporáneos se deben más a razones de cercanía en el tiempo. Se quedan fuera (a la fuerza, ya que es menos de un tercio del total) que también podrían haber entrado. Pero eso os los dejamos a vosotros.

Comenzamos por novelas como la Knut Hamsun, Hambre, por esa confluencia entre la psicología y la literatura que tan presente estaría en el siglo XX. De la década de los años veinte destacamos también la poesía de Yeats, por su simbología y surrealismo, la filofeminista obra Pigmalión, de Bernard Shaw y La muerte en Venecia, de Thomas Mann, en la que bulle la velada homosexualidad del escritor.

En los años treinta se lo otorgaron a dramaturgos como Luigi Pirandello con esa metateatralidad que se encuentra en Seis personajes en busca de autor.

De los cuarenta son los premios a la poeta chilena Gabriela Mistral por obras como Desolación en la que se hallan presentes las emociones y un fuerte toque idealista. Los ideales humanitarios residen a su vez en los libros de Hermann Hesse como El lobo estepario, y en los André Gide, como El inmoralista. A esta década pertenecen otros dos ilustres premiados como William Faulkner (El ruido y la furia) y el poeta T.S Elliot, autor de unos de los poemas más bellos del siglo como La tierra baldía.

En los años cincuenta se premió a autores como Ernest Hemingway, cuya fortaleza literaria, su desbordada pasión y su idealismo quedó reflejado en novelas como Por quién doblan las campanas; Albert Camus, otro destacado idealista, también recibió el premio por, entre otras, El extranjero. Y a España le tocó el premio con Juan Ramón Jiménez, de quien podríamos escoger su obra poética, pero nos quedamos con la ternura de un libro que siguen leyendo los niños: Platero y yo.

En los años se sesenta la mirada se tornó a latitudes como los Balcanes, con el gran escritor Ivo Andric, que reflejó la épica de su pueblo en El puente sobre el río Drina o Japón, con Kawabata, indagador de la mente japonesa en libros como El rumor de la montaña. Se premió a autores que habían reflejado con realismo los problemas sociales durante la gran Depresión como John Steinbeck con Las uvas de la ira; y a uno de los escritores que inauguraban la posmodernidad: Samuel Beckett con Esperando a Godot. En esta década también resultaba premiada la poeta Nelly Sachs, autora que escapó del Holocausto, con Viaje a la transparencia.

De los setenta nos quedamos con Aleksandr Solzhenitsyn, que en Archipiélago Gulag desvelaba las masacres del régimen soviético; con el alemán Heinrich Böll, llamado la conciencia moral de Alemania por novelas como Opiniones de un payaso; y con el único español de la Generación del 27 que obtuvo el Nobel: Vicente Aleixandre por, entre otras, La destrucción o el amor.

 

 

Las uvas de la ira   Las uvas de la ira

  • John Steinbeck

Distinguida con el Premio Pulitzer en 1940, «Las uvas de la ira» describe el drama de la emigración de los componentes de la familia Joad, que, obligados por el polvo y la sequía, se ven arrastrados a abandonar sus tierras, junto con otros miles de personas de Oklahoma y Texas, rumbo a la “tierra prometida” de California. Allí, sin embargo, las expectativas de este ejército de desposeídos no se verán cumplidas. Entre las versiones cinematográficas que ha conocido esta novela destaca la memorable protagonizada por Henry Fonda y dirigida por John Ford.

 

Los ochenta trajeron el primer Nobel para el boom latinoamericano con el galardón a Gabriel García Márquez, autor de Cien años de soledad (sobran las palabras de lo que ya se ha hablado de esta novela); también para William Golding por esa indagación en la condición humana que supuso una novela como El señor de las moscas; y de nuevo para otro español como Camilo José Cela, uno de los autores que mejor reflejó las penurias de la España del siglo XIX y primeras décadas del XX en La familia de Pascual Duarte.

En los años noventa fueron premiados, entre otros, el ensayista y poeta mexicano Octavio Paz, del que la Academia destacó su integridad humanista, la poeta polaca Wislawa Szymborska, de quien se resaltó su cotidianidad y costumbrismo para reflejar el alma humana, el dramaturgo italiano Darío Fo, crítico del poder con obras como Muerte accidental de un anarquista, y otro gran azote de los poderes fácticos como el novelista portugués José Saramago, quien hizo de la crítica materia narrativa en obras como Ensayo sobre la ceguera.

 La década terminó con el premio alemán Günter Grass, uno de los más reconocidos de la literatura alemana contemporánea por obras (biográficas) como El tambor de hojalata.

En la primera década de los 2000 llegó el premio para el sudafricano J. M. Coetzee, fino (y a veces cruel) analista de la sociedad sudafricana en novelas como Desgracia; la austriaca Elfriede Jelinek, indagadora del alma humana en sus peores miserias (pero humanas, al fin y al cabo) como muestra en La pianista; y la británica Doris Lessing, con una obra de peso feminista como El cuaderno dorado.

En la segunda década encontramos ya a Mario Vargas Llosa, autor perteneciente al boom y con obras magistrales como La ciudad y los perros; la canadiense Alice Munro, autora de cuentos excepcionales como los que se hallan en Demasiada felicidad; y el británico Kazuo Ishiguro, último premiado y al que se le ha destacado por novelas como Los restos del día, una de sus novelas más conocidas por su adaptación al cine bajo el título Lo que queda del día.

 

 

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A MI HONORABLE PADRE. 19/05/08

A mi honorable padre.

Me encuentro en una situación difícil, pero cómoda. Es como si flotara en el espacio de los recuerdos. Todo sabe a recuerdos, todo son momentos vividos. Si camino, recuerdo; si pienso recuerdo más intensamente; si tomo cerveza, recuerdo instantes que compartimos; si voy a la compra, él siempre está presente. Todo lo que hay a mi alrededor me recuerda a él. Sueño con su presencia. Fue una persona muy importante en mi vida y para mi vida. Le dije millones de veces que lo quería y eso me reconforta sobremanera. Ahí ando, en estos senderos me encuentro. En alguna ocasión, los lagrimales vierten alguna gota de dolor. Sigo viviéndolo mucho más intensamente que cuando me regalaba su presencia.
Fue un hombre bueno, un buen hombre. Íntegro hasta la exageración. Honesto hasta hacer de la honestidad misma su modo de vivir. Paciente como el mejor chacal que espera el movimiento de su presa para capturarla, él para ayudarla. No tenía palabras de más, las que usaba se llenaban de esperanza y de emoción contenida. Lo quise hasta la profundidad del alma compartida y amiga. Tuve poca comunicación con él en los últimos años porque se apagaba su intelecto y, a la vez, su generosidad de coloso humano.Todo huele a él; todo sabe a él; todo suena a él. A él. A él mismo.

Siempre te recordaré, siempre te querré querido papá.

IN MEMORIAM - Tu hijo Josemari.


A MI MADRE

A MI MUSA

¿Y ahora qué? Ya no estás a mi lado.
Tu presencia se deshace tal el hielo
en fuego, se fija como una obsesión
que me llena y me llega y me yaga
en tremendos nubarrones irónicos
que deshacen amapolas de sueño.
Ese sueño sutil y estremecedor
de tu voz, de tu sonrisa,
de tus tranquilizadoras manos,
alentadoras de sueños.
¡Dímelo al oído cuando estés!
Dime que quieres aunque sea un susurro mío,
un agradable abrazo mío, tal vez
un espontáneo beso mío.
¡Dímelo cuando estés!
Dime que el sueño sueña,
dime que el amor ama,
dime que sin llorar lloras,
dime que no podemos hacer nada, ya
dime que me quieres.
¡Dímelo mamá cuando estés!
Te quiero, quise y querré, a morir, planeta de mis sueños.

LA MISIÓN DE EDUCAR

Educar es lo mismo que ponerle un motor a una barca. Hay que medir, pesar, equilibrar... y poner todo en marcha. Pero para eso uno tiene que llevar en el alma un poco de marino, un poco de pirata, un poco de poeta, y un kilo y medio de de paciencia concentrada. Pero es consolador soñar, que ese inexperto barco mientras uno lo trabaja, irá muy lejos por el agua. Soñar que ese navío llevará nuestra carga de palabras hacia puertos distantes, hasta islas lejanas. Soñar que cuando un día esté durmiendo nuestra propia barca, en barcos nuevos seguirá nuestra bandera enarbolada. Manuela Fernández

PARA MI VIDA, PARA TI.


PARA MI VIDA, PARA TI.

Amor, azucena celestial,
que nada entre espumosas olas,
¿por qué no me dices que me quieres?
¿por qué no colocas tu dulce,
perfume entre caracolas?
Dime amor, huele mi perfume,
ama mi instante, sueña con
tu sombra, con tu recuerdo,
inventa la estrella, ama el infinito
exhala perfumes inquietos
y dormidos silencios de placer.
¿Por qué no me dices que me quieres?
Hambre de mis venas,
Elegíaca amaca,
Luz de mis luces,
Entrada de mis penas,
Novela sin escribir,
Amor de mi vida.
¿Qué quieres que te diga más?
¿Qué? ¿Qué sueñas?

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