martes, 7 de agosto de 2018

Todo lo que era sólido, de Muñoz Molina. Comentario de obra leída desde 1975 a la actualidad.


Todo lo que era sólido, de Muñoz Molina.

Antonio Muñoz Molina ha escrito ya sobre su barrio, sobre sus padres, sobre su pueblo, sobre algunos de sus amigos; ha escrito sobre la Luna, sobre Nueva York, sobre el arte, sobre lo que le concierne y también sobre lo que le resulta contingente u olvidable, pero que en algún momento le importa y le produce desánimo o alegría. Ha escrito sobre cine, muchísimo sobre literatura, ha escrito de personas y de ideas, y, sobre todo, nunca ha dejado de escribir.
Resultado de imagen de antonio muñoz molina       Su motor (que es también el motor de los periodistas, de los sacerdotes, de las personas que no son ni una cosa ni otra) es la curiosidad, que es, por otra parte, la ilusión de saber para contarlo. Y a saber para contarlo aspira todo el mundo, el que por obligación cuenta y el que cuenta tan solo porque no se lo puede guardar. En el caso de los que por obligación cuentan, aunque también cuenten porque no pueden guardárselo, hace falta un don: saber contarlo.
       Y Muñoz Molina sabe contarlo como muy pocos. Le viene esta facultad, que muchos consideramos un milagro cuando la verificamos en grandes escritores, de una circunstancia muy simple, que está al alcance de todo el mundo, o casi: le viene de haber leído. Aunque esta experiencia no es suficiente, no es lo único que ha de tener alguien con capacidad de contar, en este caso por escrito, lo que sabe de lo que ha visto. Para escribir como él (y como otros como él) hace falta ritmo, y el ritmo es una facultad del alma del buen escritor.
       El ritmo es el alma de Muñoz Molina, este narrador que ha escrito de su casa, de sus padres, de su pueblo, de Nueva York, de Madrid, etcétera… Ahora, con ese ritmo con el que también escribió su historia en el cuartel (Ardor Guerrero) o el tiempo en que despertó a la modernidad (El viento de la luna), Antonio ha escrito un libro particularmente desasosegante que trata de su país, España. Se titulaTodo lo que era sólido, ha sido publicado por Seix Barral y te deja, al final, con el aliento sobresaltado.
       Todo lo que era sólido es una visita atónita al país roto que es ahora España; después de años en que parecía que, en efecto, todo era sólido y este país vivía en la más placentera de las planicies, resulta que estamos pagando ahora una alegría que en realidad era un despilfarro. Ahora, como decían las madres de la posguerra cuando nos reíamos en casa, estamos pagando tanto alboroto. La corrupción urbanística, la corrupción política, y hasta la corrupción de las costumbres, fueron la porquería que saltó de pronto a las superficies de las charcas, y ahora las charcas albergan sobre todo porquería. Dice Muñoz Molina, en una de las frases más tremendas de este libro de su (y de nuestro) desasosiego: “Bajo el colorido de fiesta pop de los primeros 80 hay un escándalo ahora olvidado de charcos de sangre”.
       Es probable que aquella España que se aprestó a vivir la fiesta de la democracia no sintió que también tenía que aprestarse a comportarse como un país maduro, cuyas instituciones, políticas, culturales, institucionales, sociales, sirvieran de baluarte contra la corrupción de las costumbres. Eso no ocurrió; y no fueron solo los políticos los que contribuyeron a que tras la relajación se produjera el escándalo; también fuimos los periodistas, fueron los jueces, fueron todos aquellos que, teniendo la obligación de prevenir, de denunciar, ahora nos encontramos con el escándalo en las manos, con los charcos impracticables de un invierno mayor de nuestro descontento.
       El libro de Muñoz Molina es una denuncia de 253 páginas que se leen de un tirón, porque el ritmo de Antonio es de una enorme carga poética y musical; pero esas 253 páginas constituyen una purga del corazón español; se leen con contrición y respeto, como si el novelista de El jinete polaco hubiera llevado al borde del camino un espejo nítido en el que se reflejan todos los comportamientos que ya hemos conocido y nos los presenta juntos y no sólo uno a uno. Como si un tumulto de fracasos sociales, políticos, culturales, estatales y autonómicos, saliera en tromba de ese volumen que es blanco por fuera y especialmente gris por dentro.
       El valor del libro no es únicamente el de la denuncia. Es una denuncia y es una advertencia. Pero, en puridad, es también la consecuencia escrita de una actitud que durante años ha mantenido Muñoz Molina ante lo que ve: esa voz suya, queda pero vigorosa, es la que siempre lo ha acompañado como espectador, como Robinson urbano, por citar el recopilatorio con el que primero se dio a conocer. Y esa voz suya es un ritmo inconfundible, que él describe a su manera en este párrafo que constituye su tributo al estilo: “Escribo dejándome llevar. El propio acto de escribir desata a veces los argumentos y los recuerdos. La urgencia de comprender y de intentar explicarme a mí mismo el presente me devuelve fragmentos del pasado”.
       Esa es la esencia de su estilo; así se lee lo que escribe, así suena. Esta vez no es la ni la ficción ni la historia el objeto de su visita, sino el presente atroz de un país al que le ha dedicado este poema sobrecogedor, esta narración desasosegada que uno lee como si estuviera viendo en un plano corto el aspecto más espeluznante de la autobiografía de España después de la alegría. 

 Por: Juan Cruz | 17 de marzo de 2013

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A MI HONORABLE PADRE. 19/05/08

A mi honorable padre.

Me encuentro en una situación difícil, pero cómoda. Es como si flotara en el espacio de los recuerdos. Todo sabe a recuerdos, todo son momentos vividos. Si camino, recuerdo; si pienso recuerdo más intensamente; si tomo cerveza, recuerdo instantes que compartimos; si voy a la compra, él siempre está presente. Todo lo que hay a mi alrededor me recuerda a él. Sueño con su presencia. Fue una persona muy importante en mi vida y para mi vida. Le dije millones de veces que lo quería y eso me reconforta sobremanera. Ahí ando, en estos senderos me encuentro. En alguna ocasión, los lagrimales vierten alguna gota de dolor. Sigo viviéndolo mucho más intensamente que cuando me regalaba su presencia.
Fue un hombre bueno, un buen hombre. Íntegro hasta la exageración. Honesto hasta hacer de la honestidad misma su modo de vivir. Paciente como el mejor chacal que espera el movimiento de su presa para capturarla, él para ayudarla. No tenía palabras de más, las que usaba se llenaban de esperanza y de emoción contenida. Lo quise hasta la profundidad del alma compartida y amiga. Tuve poca comunicación con él en los últimos años porque se apagaba su intelecto y, a la vez, su generosidad de coloso humano.Todo huele a él; todo sabe a él; todo suena a él. A él. A él mismo.

Siempre te recordaré, siempre te querré querido papá.

IN MEMORIAM - Tu hijo Josemari.


A MI MADRE

A MI MUSA

¿Y ahora qué? Ya no estás a mi lado.
Tu presencia se deshace tal el hielo
en fuego, se fija como una obsesión
que me llena y me llega y me yaga
en tremendos nubarrones irónicos
que deshacen amapolas de sueño.
Ese sueño sutil y estremecedor
de tu voz, de tu sonrisa,
de tus tranquilizadoras manos,
alentadoras de sueños.
¡Dímelo al oído cuando estés!
Dime que quieres aunque sea un susurro mío,
un agradable abrazo mío, tal vez
un espontáneo beso mío.
¡Dímelo cuando estés!
Dime que el sueño sueña,
dime que el amor ama,
dime que sin llorar lloras,
dime que no podemos hacer nada, ya
dime que me quieres.
¡Dímelo mamá cuando estés!
Te quiero, quise y querré, a morir, planeta de mis sueños.

LA MISIÓN DE EDUCAR

Educar es lo mismo que ponerle un motor a una barca. Hay que medir, pesar, equilibrar... y poner todo en marcha. Pero para eso uno tiene que llevar en el alma un poco de marino, un poco de pirata, un poco de poeta, y un kilo y medio de de paciencia concentrada. Pero es consolador soñar, que ese inexperto barco mientras uno lo trabaja, irá muy lejos por el agua. Soñar que ese navío llevará nuestra carga de palabras hacia puertos distantes, hasta islas lejanas. Soñar que cuando un día esté durmiendo nuestra propia barca, en barcos nuevos seguirá nuestra bandera enarbolada. Manuela Fernández

PARA MI VIDA, PARA TI.


PARA MI VIDA, PARA TI.

Amor, azucena celestial,
que nada entre espumosas olas,
¿por qué no me dices que me quieres?
¿por qué no colocas tu dulce,
perfume entre caracolas?
Dime amor, huele mi perfume,
ama mi instante, sueña con
tu sombra, con tu recuerdo,
inventa la estrella, ama el infinito
exhala perfumes inquietos
y dormidos silencios de placer.
¿Por qué no me dices que me quieres?
Hambre de mis venas,
Elegíaca amaca,
Luz de mis luces,
Entrada de mis penas,
Novela sin escribir,
Amor de mi vida.
¿Qué quieres que te diga más?
¿Qué? ¿Qué sueñas?

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