martes, 26 de enero de 2021

Los papeles de la felicidad

 

La familia de Sánchez Ferlosio ha emprendido la ordenación de su gran ciclo narrativo inédito: 'Historia de las guerras barcialeas'

Caja con cuadernos de apuntes sobre gramática de los años 1958 a 1962. rn
Caja con cuadernos de apuntes sobre gramática de los años 1958 a 1962. 

"Nunca he abierto esa caja”. Demetria Chamorro, viuda de Rafael Sánchez Ferlosio, se refiere a una especie de maleta de madera guardada en un armario en la casa madrileña que compartió con el escritor hasta su muerte en abril pasado. “No me he visto capaz. Algún día me he puesto a mirar papeles, pero después de un rato lo tengo que dejar. Me enfermo”, dice emocionada. La caja pesa como si guardara herramientas, una de las aficiones del escritor. No tiene llave pero cuesta abrirla. Hecha la operación, aparece una colección de cuadernos y una inscripción del propio Ferlosio en la cara interior de la tapadera: “Poco vale, para lo que abulta, lo que hay aquí. Hay que mirar siempre a los resultados, desde luego, pero que eso no lleve a la ingratitud. 72 cuadernos que podrían ser uno, pero cuatro años (X-58 a X-62) de la gran felicidad”. Y un añadido rodeado con un círculo: “Revisión 1972”.

El autor de Las semanas del jardín se refiere a la década y media que pasó encerrado en su casa de la calle Prieto Ureña estudiando gramática y escribiendo sobre ella. Los cuadernos de la caja son una ínfima parte —hay otros dos armarios llenos— de notas en las que se habla de los casos latinos, la relación entre concepto y metáfora o la idea de transposición en Karl Bühler. A su vez, esa parte dedicada a la lingüística no es más que un rincón del inagotable universo ferlosiano: en el mismo armario hay 60 carpetas más, en las que conviven sus glosas a las Crónicas de Indias, sus aforismos —los famosos pecios—, sus comentarios a los periódicos o el rastro de sus polémicas públicas. En los mismos estantes hay una carpeta identificada con la etiqueta Sobre las traducciones. Sobre las eras. En su interior hay un ejemplar del libro de Stephen Jay Gould Milenio junto a los apuntes manuscritos y mecanografiados usados por Ferlosio en 1998 durante su diatriba con el paleontólogo estadounidense —al que llama “lumbrera moderna”— para dilucidar si el siglo XXI empezaba en el año 2000 o en 2001. “El cero lo puso ahí Dionisio y ustedes no lo ven”, se lee en una nota. Y en otra: “No es lo mismo lugar vacío que no lugar”.

La Biblioteca Nacional se ha interesado por este legado, como dice Félix de Azúa, nada sistemático pero muy ordenado. Cada cuaderno y libreta están fechados, numerados y escritos con letra perfectamente legible. “Rafael daba mucha importancia a la caligrafía”, explica su viuda, que no se atreve a aventurar el número de páginas que puede guardar en casa. El mejor amigo de Sánchez Ferlosio, el filósofo Tomás Pollán, ha hablado alguna vez, con todas las prevenciones, de 200.000. Los expertos de la Biblioteca no han hecho por ahora más que abrir los armarios, pero Demetria lleva ya semanas trabajando en un proyecto que su marido nunca se animó a acometer: editar la Historia de las guerras barcialeas, un monumental ciclo narrativo en torno a un territorio imaginario del que hasta ahora solo se conocía una mínima parte: dos relatos recogidos en el volumen de 2005 El geco y, sobre todo, El testimonio de Yarfoz, que en 1986 recordó que, desde Industrias y andanzas de Alfanhuí (1951) y El Jarama (1955), Ferlosio era, mal que le pesara, uno de los grandes novelistas de la segunda mitad del siglo XX. El autor llegó a decir que de la historia total de las guerras del río Barcial tenía escritas “cien veces más” de lo publicado. Su viuda acaba de traer de la copistería lo correspondiente a un pequeño baúl de lata con 20 cuadernos escritos de forma “progresiva y regresiva”. Es decir, empezando a la vez por la primera hoja y por la última.

Una vez desbrozado el terreno, la edición de la novela resultante —si es que es solo una novela— correrá a cargo de Ignacio Echevarría, responsable de la publicación de los ensayos y novelas de Ferlosio en Literatura Random House y Debolsillo. Esos volúmenes conviven en otros armarios con una maleta llena de cartas de Rafael Sánchez Mazas —padre del escritor—, sobres con fotos familiares de Carmen Martín Gaite —su primera esposa— y de Marta, la hija de ambos, fallecida en 1985 a los 29 años. A todo ello hay que sumar las misivas del propio escritor —“no hay muchas, no era de mantener una correspondencia”—, sus dibujos y recortes de prensa: estudiaba con la misma dedicación —y con la misma irritación a veces— un pasaje de Herodoto, una frase de Ortega y Gasset o una “canela fina” de Luis María Anson. “No sé qué diría Rafael de tanto movimiento de papeles”, se pregunta Demetria, que recuerda el enorme pudor de su marido. Sobre el mueble del salón está la escultura que recibió junto al premio Cervantes de 2004: “Se pasó años escondiéndola para que nadie la viera cada vez que yo la ponía ahí”

 

https://elpais.com/cultura/2019/11/08/babelia/1573236811_582218.html?rel=mas

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A MI HONORABLE PADRE. 19/05/08

A mi honorable padre.

Me encuentro en una situación difícil, pero cómoda. Es como si flotara en el espacio de los recuerdos. Todo sabe a recuerdos, todo son momentos vividos. Si camino, recuerdo; si pienso recuerdo más intensamente; si tomo cerveza, recuerdo instantes que compartimos; si voy a la compra, él siempre está presente. Todo lo que hay a mi alrededor me recuerda a él. Sueño con su presencia. Fue una persona muy importante en mi vida y para mi vida. Le dije millones de veces que lo quería y eso me reconforta sobremanera. Ahí ando, en estos senderos me encuentro. En alguna ocasión, los lagrimales vierten alguna gota de dolor. Sigo viviéndolo mucho más intensamente que cuando me regalaba su presencia.
Fue un hombre bueno, un buen hombre. Íntegro hasta la exageración. Honesto hasta hacer de la honestidad misma su modo de vivir. Paciente como el mejor chacal que espera el movimiento de su presa para capturarla, él para ayudarla. No tenía palabras de más, las que usaba se llenaban de esperanza y de emoción contenida. Lo quise hasta la profundidad del alma compartida y amiga. Tuve poca comunicación con él en los últimos años porque se apagaba su intelecto y, a la vez, su generosidad de coloso humano.Todo huele a él; todo sabe a él; todo suena a él. A él. A él mismo.

Siempre te recordaré, siempre te querré querido papá.

IN MEMORIAM - Tu hijo Josemari.


A MI MADRE

A MI MUSA

¿Y ahora qué? Ya no estás a mi lado.
Tu presencia se deshace tal el hielo
en fuego, se fija como una obsesión
que me llena y me llega y me yaga
en tremendos nubarrones irónicos
que deshacen amapolas de sueño.
Ese sueño sutil y estremecedor
de tu voz, de tu sonrisa,
de tus tranquilizadoras manos,
alentadoras de sueños.
¡Dímelo al oído cuando estés!
Dime que quieres aunque sea un susurro mío,
un agradable abrazo mío, tal vez
un espontáneo beso mío.
¡Dímelo cuando estés!
Dime que el sueño sueña,
dime que el amor ama,
dime que sin llorar lloras,
dime que no podemos hacer nada, ya
dime que me quieres.
¡Dímelo mamá cuando estés!
Te quiero, quise y querré, a morir, planeta de mis sueños.

LA MISIÓN DE EDUCAR

Educar es lo mismo que ponerle un motor a una barca. Hay que medir, pesar, equilibrar... y poner todo en marcha. Pero para eso uno tiene que llevar en el alma un poco de marino, un poco de pirata, un poco de poeta, y un kilo y medio de de paciencia concentrada. Pero es consolador soñar, que ese inexperto barco mientras uno lo trabaja, irá muy lejos por el agua. Soñar que ese navío llevará nuestra carga de palabras hacia puertos distantes, hasta islas lejanas. Soñar que cuando un día esté durmiendo nuestra propia barca, en barcos nuevos seguirá nuestra bandera enarbolada. Manuela Fernández

PARA MI VIDA, PARA TI.


PARA MI VIDA, PARA TI.

Amor, azucena celestial,
que nada entre espumosas olas,
¿por qué no me dices que me quieres?
¿por qué no colocas tu dulce,
perfume entre caracolas?
Dime amor, huele mi perfume,
ama mi instante, sueña con
tu sombra, con tu recuerdo,
inventa la estrella, ama el infinito
exhala perfumes inquietos
y dormidos silencios de placer.
¿Por qué no me dices que me quieres?
Hambre de mis venas,
Elegíaca amaca,
Luz de mis luces,
Entrada de mis penas,
Novela sin escribir,
Amor de mi vida.
¿Qué quieres que te diga más?
¿Qué? ¿Qué sueñas?

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