Dostoievski transparente
Diario de un escritor es un libro singular que nos muestra un Dostoievski transparente, en estado puro. Su origen se remonta, en primer lugar, al breve y pequeño cuaderno de notas de Siberia, que escribió el autor ruso en el presidio de Tomsk entre 1849 y 1854. Allí apuntó a vuela pluma frases oídas a los presos, pensamientos y convicciones, impresiones e ideas para libros futuros. Después, a sus colaboraciones periodísticas, primero en algunas revistas satíricas y literarias antes de 1849 y, años más tarde, en la revista Época, creada junto con su hermano Mijaíl en 1864, luego en el quincenal Libros de Apuntes y, posteriormente, en la revista Ciudadano, propiedad del príncipe Mescherski, que Dostoievski dirigió entre enero de 1873 y abril de 1874. En Ciudadano, el famoso autor de Memorias de la casa muerta y Crimen y castigo escribió una sección a la que denominó Diario de un escritor y por la que recibió 2.500 rublos que se sumaron a los 3.000 anuales que cobraba como director. Se trataba de escritos sobre la actualidad política, social, literaria y artística, más una serie de relatos y artículos de crítica literaria; a los que se añadiría a partir del número 38 una sección de crónica política internacional. Cobraba así forma el Diario de un escritor, la obra más personal de Dostoievski, que constituye una mezcla híbrida, única, innovadora y experimental de ensayismo literario, crítico, periodístico y político con la creación puramente literaria.Está claro que Dostoievski quería dar cuenta de sus impresiones de escritor respecto a todo lo que había vivido, visto, apuntado y leído, para atreverse a expresar sus opiniones libres e independientes sobre la realidad social, política, cultural y literaria rusa de la segunda mitad del siglo XIX, a modo de diálogo directo, sencillo y polémico con sus lectores, y quería hacerlo con la mayor libertad, claridad y transparencia que le era permitida en esa época a un ex presidiario, condenado a pena de muerte conmutada por 10 años de prisión en un penal militar, antiguo socialista utópico convertido al cristianismo ortodoxo y ferviente defensor del zar reformista Alejandro I, que le había indultado y permitido regresar a San Petersburgo y continuar su actividad literaria.
Sin embargo, esta obra en marcha sólo adquiriría su entidad definitiva a partir de enero de 1876, en forma de empresa familiar consistente en la publicación mensual de un folletín de pliego o pliego y medio de imprenta de extensión, impreso a dos columnas, y que podía adquirirse mediante suscripción previa al precio de 20 kópeks por número o 2 rublos por año. La gestión de las suscripciones, la contabilidad y los envíos fueron llevados a cabo diligentemente por Anna Grigórievna, la segunda esposa del escritor, mientras que Dostoievski se convirtió en una especie de "escritor-orquesta" que escribía desde la primera a la última letra de la singular revista. Fue un intento de los Dostoievski de estabilizar la caótica economía familiar, que ya habían ensayado antes sufragando la edición de Los demonios y El adolescente. El éxito del Diario fue arrollador y en pocos meses lograron más de 8.000 suscripciones.
Diario de un escritor fue traducido íntegramente al español en 1958 por el gran Cansinos-Assens, y en 2007 apareció en la editorial Alba una meritoria selección de 630 páginas traducidas directamente del ruso por Víctor Gallego Ballesteros. La monumental edición de 1.610 páginas en tapa dura al cuidado de Paul Viejo recoge todos los textos del Diario de un escritor de 1873 y de 1876-1881, a los que añade una valiosa serie de casi 30 textos misceláneos y artículos dispersos y poco conocidos anteriores a 1873, así como una representativa selección de los cuadernos de notas de Dostoievski. La edición se completa con un glosario de nombres propios y otro de términos frecuentes. La traducción, correcta, diligente y fluida, está firmada por Elisa de Beaumont, Eugenia Bulátova y Liudmila Rabdanó.
En el Diario de un escritor, Dostoievski no esconde sus ideas y convicciones, por polémicas, contundentes, radicales o conservadoras que sean. Puede acertar o errar, pero nunca decepciona, nunca engaña. Se muestra tal como es: una persona profundamente creyente, con una visión apocalíptica de las cosas, que cree en la inmortalidad del alma, la vida en el más allá y la existencia de Dios. Pero también como un escritor realista que intenta -y logra- representar, como quizás ningún otro escritor lo haya hecho, el alma humana. Por eso, esta obra singular, concebida por él como interludio entre novelas o trabajo preparatorio para El adolescente y Los hermanos Karamázov, es imprescindible para conocer y comprender al escritor y a la persona.
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