sábado, 16 de febrero de 2008

LOPE DE VEGA - PERIBÁÑEZ Y EL COMENDADOR DE OCAÑA

BIOGRAFÍA.

Nace en Madrid, convertida en corte el año anterior. De sus primeros años sabemos que asistió al colegio dirigido por V. Espinel y al de los jesuitas; que cursó estudios en la Universidad de Alcalá, y que abandonó sus estudios a causa de sus amoríos. Participó como soldado en la breve expedición que conquistó la isla de Terceira de las Azores y que, ya de vuelta, conoció a Elena Osorio “La Filis”. Fue la primera de las cincos mujeres que marcarían su vida. La idealizó, en la Dorotea, pero acabó bruscamente cuando ella lo abandonó. Dedicó unos versos insultantes, por despecho que le costaron una denuncia por injurias que le vale el destierro.
Lope abandona la Corte en 1588, pero antes rapta a Isabel de Urbina, a la que llama “Belisa” en varios romances.. La familia acepta el matrimonio para evitar el escándalo, después Lope se alista voluntario en la Amada Invencible.
El destierro termina en 1590. Se instala en Toledo como secretario del duque de Alba en honor del cual escribiría La Arcadia.
Aparece en escena Micaela Luján, una comedianta bella, a la que estará unido hasta 1608 y que será la madre de dos de sus hijos más queridos: Lope Féliz y Marcela. Pese a ello, en 1598 se casa con Juana de Guardo, por lo cuantioso de la dote . A partir de 1608 se instala en Madrid con su esposa y un hijo de ambos al que quiso mucho: Carlos Felix que moriría en 1612 y su esposa Juana en 1613. Esto culminará en una profunda crisis espiritual que culminará en su ordenación como sacerdote en 1614, y durante la cual escribiría su poesía más espiritual; mientras, sigue actuando como secretario del duque de Sesa.

En 1616 conoce a Marta de Nevares, por la que experimentará la mayor de las pasiones aunque ensombrecida por su carácter sacrílego. Marta será la “Amarilis” de numerosas composiciones y Lope la cuidará hasta su muerte en 1632. A este muerte seguirá la de Lope Félix. Todo ello acelera la muerte del autor que se produce el 27 de agosto de 1635.


LOPE DE VEGA, DRAMATURGO.

La importancia de Lope en este apartado, radica en la fijación de las características de una estructura teatral, “la comedia lopesca”, que pronto se convertiría en el modelo español de teatro nacional..
En primer lugar, Lope, lector asiduo, acumuló gran caudal de conocimientos y de influencias: desde la literatura culta española y europea o la obra dramática de autores como Encina, Gil Vicente, Lope de Rueda, Cervantes, etc hasta las formas y cantares de la poesía popular y del Romancero. De este modo, Lope articuló unos elementos que existían y los puso al servicio de su concepción del teatro como arte para el pueblo; arte didáctico, que imite, que describa, que se convierta en intérprete de la colectividad a la que se dirige; pero, sobre todo, que divierta, conmueva, estimule y satisfaga la imaginación. Para conseguirlo, Lope compone su teatro de acuerdo con las siguientes características:

1.- La comedia se propone captar el interés del espectador y para ello copia de la vida en lo que ésta tiene de mezcla (lo noble y lo plebeyo, lo grave y lo gracioso o grotesco..). Se aleja así del teatro clásico que diferencia tragedia y comedia, división que Lope respeta sólo en lo que a los protagonistas se refiere: comunes en la comedia, de noble condición en el drama.

2.- La materia es muy variable. El mundo religioso o bíblico, la antigüedad clásica o la historia medieval, las leyendas locales, las crónicas, las novelas de moda en el Renacimiento.., proporcionan temas sobre los que Lope actúa con total libertad para acercarlos al espíritu de sensibilidad de sus contemporáneos.

3.- Sea cual sea el argumento, se somete éste a tres sentimientos básicos e inmutables: el honor como don de Dios y patrimonio esencial unido a la “opinión” por lo que su ofensa requiere reparación inmediata o venganza: la fidelidad dogmática al rey; y la fe, siempre inquebrantable. Al margen de este rígido sistema de ideas, la libertad es absoluta en tramas y situaciones que, con frecuencia, giran en torno al tema del amor y que tienen un desenlace trágico o feliz, según se infrinjan o no las leyes sociales y morales.

4.- Lope acepta en principio la unidad de acción, pero prescinde de la unidad de lugar y en cuanto al tiempo sólo recomienda que sea el menor posible excepto en obras históricas que pueden exigir un mayor tiempo. De este modo la comedia adopta una estructura espacial y temporal más cercana a la de la vida humana.

5.- Sus personajes, son seres humanos que reflejan las ideas dominantes en la sociedad de la época y que, en consecuencia, saben por qué obran y cómo deben hacerlo. Los más repetidos son: el rey maduro, que tiene por misión premiar o castigar, o joven, que se manifiesta injusto y soberbio, pero contra el que no es posible rebelarse; el noble, a menudo elemento negativo culpable del drama por incumplir sus deberes y, en consecuencia, merecedor de castigo; el caballero, depositario en sus distintas escenas ( esposo, padre, hermano...) del honor familiar e instrumento de la venganza cuando aquél es mancillado; el galán (valiente, generoso, audaz.. ) y la dama (bella, noble, apasionada...), el villano, el hombre de pueblo, a menudo figura secundaria, pero en ocasiones consciente de su propio valor y dignidad, y, por último, el gracioso o figura de donaire, compañero y a la vez contrafigura del protagonista, cuya función es ofrecer al público una versión más desenfadada de lo que ocurre en la escena o descargando la tensión dramática.

CLASIFICACIÓN DE SU OBRA.

A.- Autos sacramentales: “La siega.

B.- Comedias religiosas:

“El robo de Diana”
“ La buena guarda”
“ La fianza satisfecha”

C.- Comedias sobre historia antigua:

Contra valor no hay desdicha.

D.- Comedias mitológicas:

El vellocino de oro
Adonis y Venus.
E.- Comedias amorosas:
La dama boba.
El acero de Madrid
Santiago el verde.
El perro del hortelano.
El villano en su rincón
El castigo sin venganza.

F.- Comedias de historia y leyendas
Sin duda, es en este grupo donde se encuentran las mejores creaciones de Lope; consigue efectos de insospechado lirismo y belleza:
El caballero de Olmedo.
El mejor alcalde, el rey.
Fuenteovejuna
Peribáñez y el comendador de Ocaña.
Los siete infantes de Lara.

PERIBÁÑEZ Y EL COMENDADOR DE OCAÑA.

1.- SITUACIÓN DE LA OBRA.

Esta obra forma parte de un grupo de comedias históricas llamadas “de comendador”. En ellas los protagonistas, labradores ricos y con honor, se enfrentan a un comendador, personaje de clase noble, para poner freno a los desmanes de éste, a menudo de índole amorosa, pero con claras implicaciones sociales, debido a las leyes de vasallaje.

El mejor alcalde, el rey, Fuenteovejuna y Peribáñez se inscribe, de acuerdo con la teoría dramática lopesca, en la categoría de “Tragicomedias”, ya que son tragedias de acción, finalizan con la muerte de alguno de los personajes, de contenido ejemplar (el vicio es castigado y la virtud obtiene su recompensa), pero mezclan personajes de distintas clases sociales y elementos trágicos y cómicos. En todas ellas el tema es único (conducta irregular de un aristócrata que atenta contra el honor de sus vasallos, venganza de éstos y justicia real como muestra de la protección del monarca a los humildes).

2.- DATACIÓN Y FUENTES.

En la obra aparece un criado llamado <> lo que en principio podría interpretarse como una alusión onomástica a Micaela de Luján; de este dato podría deducirse que la obra se compuso después de la ruptura entre Lope y Micaela, posterior a 1607.
En la propia obra aparece Lope como Belardo, un poeta ya maduro que dice contar 42 años. La escena se situaría en 1604.
En cualquier caso la información es poco fiable, porque la referencia a la Iglesia no parece indicar tanto la ordenación sacerdotal de Lope (1614) como su ingreso en la Congregación de Esclavos del Santísimo Sacramento (1610) -
Peribáñez se publicó dentro de la Cuarta Parte de las Comedias de Lope, Madrid, 1614 con un texto bastante correcto que permite suponer que el autor lo revisó.

Por último, en cuanto a las fuentes, está comprobado que la obra posee un fondo tradicional, pero no se sabe si histórico. Para ambientarla Lope toma detalles concretos de las crónicas, pero la génesis de la comedia está en el cantar o fragmento de romance que se intercala en el Acto II, cuando Casilda rechaza al Comendador que la solicita. Quizá se trataba de un romance tradicional que, aunque carente de desarrollo argumental, alude ya a un cierto enfrentamiento de clases y que, como otras fuentes populares, proporciona a Lope datos imprecisos, pero suficientes para elaborar una acción dramática rica en peripecias y símbolos.


3.- ARGUMENTO.

La obra comienza el día de la boda de Peribáñez, un rico labrador de Ocaña, con Casilda. Durante las fiestas el Comendador de la Orden de Santiago queda sin sentido al ser derribado por un novillo al que intenta alancear y, al volver en sí en casa de los recién casados, se enamora perdidamente de la novia. Para conseguir el amor de ésta, Leonardo, criado del Comendador, se finge a su vez enamorado de Inés, prima de Casilda; y Luján, otro criado, entra al servicio de Peribáñez como segador.

El Comendador sigue al matrimonio a Toledo y allí encarga un retrato de Casilda sin que ésta lo sepa. De regreso a Ocaña, y a aprovechando otro viaje de Peribáñez a Toledo para preparar la imagen del patrono de Ocaña, el Comendador, disfrazado de segador, requiere de amores a Casilda de noche, pero ella lo rechaza. Mientras, en Toledo, Peribáñez descubre el retrato de Casilda y, aunque las informaciones del pintor y unas canciones que oye por el camino le confirman la honestidad de su esposa, regresa a Ocaña preocupado, pues comprende cuáles son las pretensiones del Comendador, don Fadrique.

Este nombra a Peribáñez capitán de una compañía que ha de partir a la guerra de Granada. Pretende así alejarlo de Ocaña, pero para ello se ve obligado a nombrarlo caballero. Tras la primera jornada Peribáñez regresa de noche a su pueblo muy preocupado y descubre que el Comendador, con la ayuda de Inés y Luján, ha entrado en su casa. Entonces lo mata con la misma espada que aquél le había dado al investirlo caballero e hiere de muerte a los dos criados.

Enrique III ofrece un premio a quien entregue a Peribáñez, pero es éste mismo quien se ofrece a la justicia real acompañado de Casilda para que sea ella quien reciba la recompensa. Narra el rey la verdad de lo ocurrido y entonces éste lo perdona y confirma en su puesto.

4.- INTENCIÓN DE LA OBRA.

El contenido de obras como Peribáñez o Fuenteovejuna desconcertó durante un tiempo a algunos críticos sorprendidos de que un género como el de la comedia, diera cabida a obras de aparente contenido revolucionario ( un villano daba muerte a un noble, su señor naturas). No obstante, bajo esa aparente ruptura de lo habitual, se hace en realidad una apasionada apología del orden establecido.

En esta obra, en efecto, los personajes aceptan la sociedad dividida en estamentos con derechos y deberes preestablecido y, sobre todo, consideran el poder real como superior, absoluto, garantía del orden. De este modo la obra se pone al servicio de la monarquía absoluta y defiende el sistema político vigente. La muerte del Comendador es consecuencia lógica de su ejercicio del poder de forma deshonrosa y de las ofensas a sus vasallos, ofensas al código de honor que sólo pueden ser reparadas con la muerte. El conflicto no es social, ya que los personajes actúan como individuos y no como representantes de clase; y don Fadrique se arrepiente, lo que permite al espectador tenerle una cierta compasión.

En Peribáñez Lope refleja un mundo que se acaba, el de los nobles con gran poder, y apunta el hecho de que la nobleza de sangre no es ya sinónimo de virtud. A la vez que refleja una problemática sociopolítica de la época, toma partido por la monarquía, cuyo sistema de valores no se cuestiona.. Así, la afirmación por parte del villano de su honor no responde a un anhelo de igualdad política, sino al principio cristiano de igualdad última de todos los seres humanos y a su orgullo como cristiano viejo frente a una pequeña nobleza decadente.

La intención, es pues, moral (la situación final de cada personaje depende de su comportamiento y del grado de condena que éste merezca por parte del autor y de la sociedad de la época), pero en cualquier caso, el valor último de la obra es el estético.

5.- PERSONAJES:

Son personajes que quedan caracterizados por sus acciones y por los diálogos que mantienen entre sí en lo cual guardan el decoro aristotélico. Los personajes hablan y se comportan como corresponde a su estado.

En cualquier caso, Lope fue un agudo observador del mundo en el que vivía y ello explica que los personajes de Peribáñez, sin abandonar el decoro y sin que tengamos de ellos descripción física alguna, sean un tanto atípicos; personajes poco complejos, sí, pero bien trazados, humanos. Pueden ser clasificados en dos grandes grupos, según se relaciones con la nobleza por su nacimiento y actividades o con el mundo rural.

A.- EL COMENDADOR:

Don Fadrique ostenta la dignidad de la Orden de Santiago; su categoría es, pues, superior a la de caballero e inmediatamente inferior a la del maestre, a quien está obligado a asesorar en cuestiones militares. Poco sabemos de él antes de que desencadene la tragedia, pero la opinión del rey, nos lo presenta como gallardo, valeroso y generoso; ejemplo de caballeros ya admirado por su pueblo.

Se siente enamorado de Casilda, no es un mero deseo carnal como el de Fernán Gómez en Fuenteovejuna. A partir de este momento , la conducta se desvía del recto sentido moral y pasa a regirse no por la razón, sino por el deseo. Cae en una depresión melancólica, recurre a sus criados, a los halagos, pero no consigue nada y su deseo insatisfecho da paso a la vanidad herida. “ Pues aunque gaste mi hazienda,
mi honor, mi sangre y mi vida,
he de rendir tus desdenes,
tengo de vencer tus iras”.

Su conducta es cada vez más reprobable hasta llegar al engaño rastrero de alejar a Peribáñez, y su nerviosismo, fruto quizá de su sentimiento de culpa, cada vez más evidente. Ahora sí es la figura antagónica del héroe y su conducta justifica el dicho de la época que refiriéndose a los caballeros de las órdenes militares afirmaba que “la cruz en los pechos y el diablo en los lechos”.

Es el Comendador una figura trágica incapaz de luchar contra sus destino, incapaz de rectificar a tiempo, pero sí de arrepentirse al final, ya cercana su muerte. “ Señor, tu sangre sagrada
se duela agora de mí
pues me ha dexado la herida
pedir perdón a un vassallo”.


B.- PERIBÁÑEZ:

Será el tipo del villano con honra que venga su honor y afirma su dignidad humana. Es éste un personaje que aparece en el teatro a finales del S. XV con funciones cómicas, pero que en algunos casos se convertirá en personaje moral y ejemplar al servicio del tópico de menosprecio de corte y alabanza de aldea.

Peribáñez es un villano limpio de sangre que goza de un gran prestigio en su pueblo. Es admirado por sus paisanos y respetado por el mismo Comendador. Posee, pues, todas las virtudes que la sociedad de la época valora y, en consecuencia, el público puede identificarse fácilmente con él.

Poco a poco, conforme el drama avanza, la actitud y el lenguaje de Peribáñez van a experimentar un sutil cambio. Sin perder su espontaneidad y llaneza, extrema la prudencia, experimenta celos, reflexiona sobre las causas de su situación y se lamenta de su desgracia, aunque es consciente de la inocencia de Casilda. Se transforma cundo el Comendador lo nombra capitán y le ciñe la espada de caballero. Peribáñez ya no es sólo cristiano viejo, el mas rico de los villanos y el de mayor prestigio, sino también un labrador ennoblecido. Y si ya antes poseía nobleza de carácter ahora puede igualarse en horno al Comendador como éste mismo reconoce. De ahí el gran interés de Peribáñez en recordar a su señor que las leyes de vasallaje le obligan a honrar y proteger a su vasallo:
“Y pues iguales los dos
con este honor me dexáis,
mirad cómo le guardáis,
o quexaréme de vos”.
El incumplimiento de esta obligación hará legítima su venganza como lo demuestra el perdón real.

C.- CASILDA:

Casilda, por su parte, es el arquetipo de la perfecta casada según, claro está , la mentalidad de la época: una mujer natural, fiel a su marido, de carácter vivo y espontáneo, pero también de gran fuerza moral y entereza, cualidades que le permiten resistir el acoso del Comendador a pesar de las muy diversas artimañas que utilizan los criados del Comendador (Luján, Leonelo e Inés). Así como Peribáñez experimenta un proceso de ennoblecimiento, la calidad social de Casilda, aumenta de forma paralela a la de aquél por ser su esposa y por la cada vez mayor valoración de la que es objeto por parte de don Fadrique.

D.- INÉS Y CONSTANZA.
Inés es la prima de Casilda, madrina en su boda y compañera de viaje a Toledo. Nada más sabemos de ella, pro el espectador deduce pronto que envidia a la protagonista, quizá por la más acomodada posición de ésta, pero sobre todo por su estado de casada como evidencian las múltiples preguntas que le hace al respecto. Por todo ello es presa fácil de Leonelo que, con falsas promesas, la induce a favorecer la infidelidad de su prima, o, lo que es lo mismo, a traicionar la confianza de Casilda y Peribáñez. Como consecuencia aquella la despreciará y éste acabará con su vida.

Constanza es un personaje episódico que adquiere valor por contraposición al de Inés. Como ésta es amiga de Casilda y la acompaña a Toledo, pero su comportamiento es más despreocupado y generoso y sus comentarios más espontáneos.

E.- SEGADORES:
MENDO, HELIPE, LLORENTE, Y CHAPARRO, aparecen más que esporádicamente en escenas campesinas que Lope repite con pocos cambios en numerosas comedias por cuanto las características del pueblo son eternas.
En resumen, unos y otros no son sino ejemplos de los personajes populares, entre rústicos y cómicos, tan frecuentes en el teatro de los siglos XVI y XVII, herederos del pastor-bobo del teatro del S.XVI, sin llegar a configurarse como “graciosos”. Con todo, en Peribañez estos labradores y segadores se acercan algo más a la realidad; su ingenuidad y el temor que sienten hacia el Comendador o el respeto hacia Peribáñez son verosímiles. Además, Lope los elige para recitar los romances y canciones que tan determinantes han de ser en el desarrollo de la acción dramática de la obra.

6.- ASPECTOS CONCEPTUALES. TEMAS.

Lope sitúa la acción en la época de Enrique III, el rey Doliente, y la acerca así al siglo XV y a una sociedad estamental y fuertemente jerarquizada en la que todavía imperaban las relaciones feudales de vasallaje y en la que la desigualdad social era un factor aceptado sin discusión. Pero Lope dirige su obra a un público del siglo XVII que vive en una España pacificada, que afirma la igualdad cristiana esencial de todos los seres humanos que, por influencia de las teorías renacentistas, defiende la libre elección amorosa. El resultado de todo ello es un drama social y pasional, pero sobre todo humano; es decir, posible en cualquier tiempo y lugar.

El honor

En la época el honor era una cualidad individual unida a la dignidad del ser humano mientras que la honra dependía de la consideración social del individuo quien, por tanto, estaba obligado a respetar las normas de la colectividad para mantenerla. En Peribáñez estas normas hacen referencia a la reparación sangrienta y pública de la afrenta. El protagonista está obligado a matar al Comendador y el conflicto de valores que esto le provoca lo convierte en un héroe trágico colocado en una situación límite. Pero en ningún caso actúa a la ligera; por el contrario, las advertencias al Comendador son frecuentes; y es el mismo don Fadrique quien, al conferirle el cargo de capitán, le otorga capacidad jurídica para usar las armas legítimamente.

El poder

En Peribáñez también aparecen dos tipos de poder: uno tiránico (del que es ejemplo la actitud del Comendador que se aprovecha de las prerrogativas de su cargo para satisfacer sus deseos individuales) y otro benéfico, el real, que atiende al bien colectivo y garantiza la justicia.
En cualquier caso es evidente que el drama se origina por un abuso de poder que altera el orden establecido y que se cierra mediante el restablecimiento del orden primitivo gracias a la intervención real. El desenlace es, pues, doble, como doble es la reparación del honor del héroe.

El amor

A diferencia de obras como Fuenteovejuna, en las que se expresan diferentes concepciones filosóficas del amor, en Peribáñez aparecen sólo dos tipos de amor, cuyo enfrentamiento generará el drama:

_______ El amor sensual del Comendador, negativo, porque recurre al engaño y la traición, al uso de medianeros de oscuras intenciones y peores consejos; y, sobre todo, porque pretende imponerse por el interés, o por la mera fuerza. “Esta noche has de ser mía,
villana, rebelde, ingrata...”
Es un amor violento, amor-pasión, pero también amor-enfermedad que altera la paz de la vida cotidiana y que, como en La Celestina, entronca con el concepto clásico del “hado” y el medieval de la “Fortuna”.

_______ El amor de Peribáñez y Casilda. Es un amor tranquilo, recíproco y no resulta de coacción alguna. Es pues un amor acorde con el orden natural de las cosas, que se basa en la comunicación de dos almas y que está santificado a los ojos de Dios por el matrimonio y también para el mismo Comendador. Un amor que se desarrolla en un mundo idílico, armónico, de verosimilitud poética.

7.- ASPECTOS FORMALES:

Las tres unidades:

En Peribáñez no se cumple la unidad de tiempo, ni la de lugar, en cambio, sí es única la acción principal.
El tiempo de acción se desarrolla linealmente a pesar de que se producen saltos temporales que no se indican y que algún suceso, que no se representa en escena, es luego narrado por algún personaje. (Peribáñez recuerda su visita a la catedral de Toledo en el inicio del Acto II.),.
En resumen, tiempo y espacio concentrados y evocadores, propios de un teatro en el que la escasez de medios se suple con el recurso de la imaginación y la atención del público.

Estructura

Peribáñez se organiza en tres actos de veintidós, veintinueve y veintisiete escenas, respectivamente. En realidad, en las obras barrocas no se señalan los cambios de escena, sino que se deducen de cualquier variación de lugar, tiempo o acción y, a menudo, por la entrada o salida de los personajes.
En el Primer Acto asistimos al planteamiento del asunto, en el segundo al desarrollo y en el tercero al desenlace que sólo se resolverá en las escenas finales. Como puede deducirse, se trata de una estructura sencilla que puede ser captada con gran facilidad por cualquier tipo de público.

Estilo

El lenguaje también permite diferenciar a Peribáñez, Casilda y al pueblo en general, y sirve para caracterizar a unos y otros.
Los personajes del pueblo se caracterizaban por la utilización de vulgarismos y arcaísmos. En Peribáñez se sustituye la f- inicial por la h-, aspiran la f-, etc.
El nivel culto del lenguaje aparece en las intervenciones de los reyes y el Comendador, cuyo tono a veces es autoritario, pero en general artificioso y preciosista, convencional en suma frente a la autenticidad del de los villanos.
Conviene destacar la gran habilidad de Lope al intercalar canciones de origen folklórico que suelen aparecer inmediatamente antes de un cambio de acción para subrayar ésta y que, además de agradar al público, recreaban a la perfección ese ambiente rural tan grato al autor..

Coplas a la muerte de su padre (J. Manrique)

                                                   JORGE MANRIQUE.
1.- BIOGRAFÍA.

Según tradición, nació Manrique hacia 1440 en Paredes de Nava ( Palencia ).Su familia, de rancio abolengo, anduvo metida de lleno en la vida política y militar de la época. Su padre, el famoso Don Rodrigo Maestre de la Orden de Santiago ,peleó contra los moros y fue enemigo de don Álvaro de Luna, de enrique IV y de la “ Beltraneja “. A su lado peleó desde joven nuestro poeta.
Por lo demás, no es mucho lo que sabemos de su vida. En 1470 se casó con doña Guiomar de Meneses. Luchó en apoyo de Isabel la Católica. En noviembre de 1476, muere su padre de terrible enfermedad. Jorge ( que embellecerá aquella muerte en sus coplas ) apenas le sobrevivirá dos años y medio : combatiendo al Marqués de Villena, enemigo de la reina, cayó herido cerca del castillo de Garcimuñoz ( Cuenca ) y murió en el vecino pueblo de Santa María de Campo Rus el 24 de abril de 1479.Tenía treinta y nueve años.
La vida de Manrique, como la de Santillana, une “ las armas y las letras “ ,fue guerrero y cortesano.
Asumió los ideales nobiliarios y religiosos tradicionales, junto a algunos elementos del Renacimiento temprano. Su obra nos dará testimonio de una fina sensibilidad y una gravedad creciente.

2. Tema fundamental

En esta dolorosa elegía podríamos destacar varios aspectos fundamentales sobre los que medita Jorge Manrique, como pueden ser la brevedad de la vida y la vanidad de los placeres mundanales. Hay también otros pero, en mi opinión, toda la obra está inspirada por el impulso único de la muerte de don Rodrigo, por lo que creo que éste es el tema fundamental. Dentro de la obra trata el tema de la muerte de diferentes maneras y podríamos diferenciar las siguientes partes:
1. Coplas I – XII: En esta primera parte considera la muerte en abstracto. Realiza una reflexión general y filosófica sobre ella destacando, entre otras cosas, la rapidez con que llega, siempre escondida y a hurtadillas; y el poder rector o igualatorio que tiene, ya que llega a todos por igual.
2. Coplas XIV – XXIV: En esta serie de estrofas argumenta sobre la muerte histórica poniendo ejemplos concretos de personajes de su época. En estas coplas la atención se desplaza a la muerte y desaparición de contemporáneos suyos.
3. Coplas XXV – XL: Aquí reflexiona sobre la muerte del verdadero protagonista de la obra: su padre (Don Rodrigo de Manrique, conde de Paredes y gran maestre de la Orden militar de Santiago). Manrique nos muestra a la muerte educada y gentil, como una voz que pide permiso al “muerto”, no la representa cómo algo macabro y despiadado.

3.- DISTINTOS TIPOS DE VIDA DE LA OBRA

• Vida terrenal: Jorge Manrique describe esta vida como fugaz y como un camino hacia la muerte.
“Pues si vemos lo presente
cómo en un punto se es ido
y acabado...”
“Este mundo es el camino
para el otro...”
• Vida de la fama: Es una vida de gloria conseguida con honor. Es más larga y duradera que la anterior, aunque no eterna. Se trata de una manera de perduración, conseguida mediante el heroísmo y el desarrollo de la excelencia humana, es decir, de todo aquello que labra una fama que pervive tras la muerte.
“...pues otra vida más larga
de fama tan gloriosa
acá dejáis...”
• Vida sobrenatural: Es eterna, perdurable, y se alcanza tras la muerte. Según el autor, Don Rodrigo la consiguió gracias a sus virtudes heroicas (amistad, lealtad, valentía, discreción, braveza...).
“...mas los buenos religiosos
ganándolo con oraciones
y con lloros,
los caballeros famosos
con trabajos y aflicciones
contra moros”

4.- Estructura métrica

Cada una de las 40 coplas está formada por 12 versos (octosílabos y tetrasílabos) combinados de la siguiente manera: en cada copla vemos una pareja de sextillas unidas, constituidas por una doble serie de octosílabos más un tetrasílabo, con rima abc, abc. El esquema de cada sextilla sería por tanto: 8a, 8b, 4c, 8a, 8b, 4c.

Dejo las invocaciones
de los famosos poetas
y oradores;
no curo de sus ficciones,
que traen yerbas secretas
sus sabores.
Aquél sólo me encomiendo
Aquél sólo invoco yo
de verdad,
que en este mundo viviendo,
el mundo no conoció
su deidad.

5. División estructural de las coplas

• Coplas I – XXIV: En las veinticuatro primeras coplas, Manrique desarrolla sentenciosamente temas generales y hondos: la fugacidad de la vida, la inestabilidad de la fortuna, el poder igualatorio de la muerte... Hace una reflexión general y filosófica sobre la muerte que nada tiene que ver con el padre, puesto que no lo nombra. También relata ejemplos concretos sobre contemporáneos de él que no han sido lo suficientemente virtuosos para conseguir la vida eterna.

• Coplas XXV – XL: El resto del poema habla sobre la muerte particular de Don Rodrigo y comprende dos momentos sucesivos, por lo que podemos diferenciar dos partes: la primera está ocupada por la sola figura del padre. Hace un elogio fúnebre de él, mostrándolo como un modelo de heroísmo, y un retrato moral en el que lo elogia enumerando sus cuantiosas virtudes tales como la serenidad ante la muerte, su religiosidad, generosidad, lealtad, amistad, braveza, discreción y valentía. Considera que nunca estuvo en pecado. La segunda parte es el “auto de la muerte”, y consta de un encuentro entre Don Rodrigo y la Muerte, que entablan un impresionante y conmovedor diálogo. En él la Muerte explica a Don Rodrigo las razones por las cuales debe llevarle.

Diferenciación de las dos partes de la Primera Parte de la obra.

• Coplas I – XIII: Las trece primeras coplas hablan de lo breve de la vida, lo deprisa que pasa y de lo atentos que debemos estar, dada nuestra condición de mortales. Estas estrofas están presididas por un tono ejemplarizante y aleccionador y se encuentran llenas de consideraciones morales. Nos incita a pensar en la vida eterna y cuenta que lo que importa no son los placeres de esta vida sino las virtudes para ganarse el favor divino, ya que la muerta pasa a todos por el mismo yugo, ricos y pobre, nobles y plebeyos, reyes y campesinos.
• Coplas XIV – XXIV: En estas coplas pone ejemplos concretos de muertes célebres de contemporáneos suyos. Es un recorrido por muertes históricas y famosas de personajes que emplearon su vida en placeres efímeros que no pueden sobrevivir a la muerte (como el poder, la belleza, la riqueza...), por lo que nos recuerda que debemos cuidar nuestra alma para ganar el favor divino.

6.- Rasgos medievales de la obra

La obra podemos clasificarla en la Baja Edad Media, aunque también es considerada de tránsito entre esta época y el Renacimiento (por lo que además encontramos algunos rasgos renacentistas). Debido a esto, no se trata de una obra anónima, sino de una obra firmada por una de las fuertes personalidades literarias. Los rasgos medievales que podemos observar en las coplas son numerosos, estando en todos ellos presente la religiosidad. Los principales son:

• Carácter teocentrista: Ésta es la principal característica de todas las obras escritas durante la Edad Media. Este carácter está presente en la obra.

• Realismo: Durante toda la obra el autor trata temas realistas, como la vida y la muerte. No estamos en una obra idealista.

• Finalidad didáctica y carácter moralizante: Este aspecto destaca principalmente en las primeras coplas, ya que en ellas, tras reflexionar, nos da un consejo. Éstas contienen enseñanzas de carácter moral.     “Ved de cuán poco valor...”

• Ubi sunt?: Éste es un tópico de la literatura medieval. Esta pregunta retórica, muy extendida por toda la poesía de la Edad Media, significa “¿dónde están?” y es utilizado por el autor en algunas coplas para hacer referencia a muertos memorables (aparecen algunos como Juan II, los infantes de Carrión...) y a los placeres de la vida.

“...¿dónde iremos a buscallos?
¿qué fueron sino rocíos
de los prados?”

• Muerte: Este es uno de los temas comunes que se trata durante la Edad Media y que está presente en la mayoría de las obras de esta época. Sobre este aspecto ya está todo explicado en la primera pregunta.

• Fortuna: Es otro de los temas comunes de la Edad Media. La Fortuna administra los bienes del mundo y encumbra el destino humano a unos y abate a otros. Conforme a la doctrina moral de la época, los “bienes de fortuna” son inestables, perecederos, frente a los “bienes morales” que son seguros y eternos”. Así, el autor escribe la siguiente copla:

“Los estados y riqueza,
que nos dejan a deshora,
¿quién lo duda?
No les pidamos firmeza,
pues que son de una señora
que se muda;
que bienes son de Fortuna
que revuelve con su rueda
presurosa,
la cual no puede ser una,
ni estar estable ni queda
en una cosa”

• Brevedad de la vida: Es otro de los temas comunes de la Edad Media. Está presente, principalmente, en las 13 primeras coplas. En ellas habla de lo deprisa que ésta pasa y de lo atentos que debemos estar, dada nuestra condición de mortales.

“...contemplando
cómo se pasa a vida,
cómo se viene la muerte
tan callando...”

• Vanidad de los placeres mundanos y menosprecio del mundo: Estas son otras de las características de las obras de la Edad Media, consecuencia clara del teocentrismo, y que podemos ver reflejas en el siguiente fragmento:

“Ved de cuán poco valor
son las cosas tras que andamos
y corremos,
que, en este mundo traidor,
aun primero que muramos
las perdemos...”

• Vida terrenal y vida sobrenatural: Sólo de estas dos vidas se hablaba en la Edad Media: la terrenal, considerada como un valle de lágrimas y el camino que el hombre tiene que recorrer para ganarse el cielo; y la sobrenatural (tras la muerte). Ambas podemos observarlas en las coplas 35 y 36.

“...que la otra temporal
perecedera”

“El vivir que es perdurable...

6.- Rasgos renacentistas de la obra

El principal rasgo renacentista es la existencia de una tercera vida que no aparecía durante la Edad Media. El Renacimiento acentúa la necesidad de merecer en esta vida alguna gloria, la fama del hombre que después de muerto deja tras de sí. Este nuevo concepto de la época aparece en algunas de las Coplas de Manrique. Así, en la copla 35 se refiere a la vida de la fama:

“...pues otra vida más larga
de fama tan gloriosa
acá dejáis...”

ESTRUCTURA, ESTILO... DEL QUIJOTE

Estructura

Confluyen diversos aspectos en la estructuración de la novela:

a. En primer lugar las dos partes. Y esto, que podría haber sido una mera división externa, se convierte en auténtico hecho estructurador por las diferencias que se muestran entre una y otra. Especialmente importante, en este sentido, la que afecta al desarrollo de los personajes principales. En efecto, si bien hay una evolución continua a lo largo de toda la obra, la diferencia de su comportamiento entre la primera parte y la segunda es marcada. En la primera, don Quijote ve la realidad transformada por su imaginación caballeresca (donde hay molinos ve gigantes, por ejemplo); en la segunda, en cambio, la ve como es y son los demás personajes los que las convierten en aventuras caballerescas (como ocurre en el pasaje de los leones). Don Quijote, por tanto, se acerca cada vez más al mundo de la realidad. Por otra parte, Sancho, en la segunda parte, se ha acomodado mejor a su amo y participa más de su mundo, llegando a vivir la pura ilusi&oa cute;n en la ínsula Barataria. Todo ello des emboca en el entrecruzamiento final del idealismo de don Quijote con el realismo de Sancho.
b. Aparte de esto se aprecian las tres salidas como otro elemento estructurador, el más generalmente tratado. La división de la obra en tres salidas permite ver claros paralelismos entre ellas, aunque su extensión es muy diferente: una preparación y salida, una serie de aventuras y vuelta.
Desde otra perspectiva, tal vez más de acuerdo con la verdad de la novela, cabe formular esta línea estructural, teniendo en cuenta no las salidas, sino las vueltas. Dicha formulación permite ver mejor el proceso evolutivo de don Quijote y Sancho en ese encuentro entre idealismo y realismo. En la primera vuelta, don Quijote regresa no sólo armado caballero sino también triunfante, desde su perspectiva, con su primera hazaña (la del muchacho vapuleado); y ni siquiera obsta su optimismo caballeresco el molimiento por parte de los mercaderes. En la segunda, ya su vuelta se realiza enjaulado y, pese al recurso del encantamiento, es una situación humillante que puede crear dudas en don Quijote: "Muchas y muy graves historias e yo leído de caballeros andante; pero jamás he leído ni visto, ni oído, que a los caballeros encantados los lleven desta manera y con el espacio que prometen estos perezosos animales". En la tercera, se da el derrumbamiento total de Don Quijote y de su ideal caballeresco; tal es así, que vuelve para morir tras haber recuperado la razón. Si esta evolución de don Quijote la consideramos a la par que la de Sancho, de sentido contrario, estaremos probablemente en el auténtico meollo del asunto de la novela. Efectivamente, hay un progresivo acercamiento de las iniciales posturas contrapuestas de don Quijote y Sancho (idealismo – realismo) hacia un equilibrio e incluso entrecruzamiento final.
c) Por último, un elemento estructurador fundamental, olvidado con demasiada frecuencia, es el carácter paródico de la novela. La estructura de El Quijote parece ser la de una parodia de los libros de caballerías y, por ello, sigue sus esquemas: se apropia de la disposición general de dichos libros, de sus personajes, del encadenamiento de aventuras y de sus quimeras.

Génesis, elaboración y sentido
El propio Cervantes afirma: "pues no ha sido otro mi deseo que poner en aborrecimiento de los hombres las fingidas y disparatadas historias de los libros de caballerías, que por las de mi verdadero don Quijote van ya tropezando, y han de caer del todo, sin duda alguna". Y en efecto, lo que no habían conseguido los más ceñudos moralistas lo consiguió Cervantes. Pero un análisis de la obra obliga a rechazar que El Quijote sea solamente eso; El Quijote trasciende absolutamente en esta sencilla intención.
No obstante, es muy posible que la primera idea de Cervantes fuera escribir una breve novela, que estaría representada por los primeros capítulos, con la única intención de parodiar dichos libros. Sólo después, viendo las inmensas posibilidades que ofrecía su hallazgo, desarrollaría una más dilatada proyección de su obra, con lo que consiguió la inabarcable profundidad humana.

Trascendencia humana de "El Quijote"
Tres razones nos obligan a contemplar El Quijote como una obra de trascendencia humana inabarcable:
Por la jamás igualada sensación de vida verdadera, de realidad sucedida que nos las figuras de "El Quijote", como dice Alborg. En efecto, la novela entera y cada una de sus frases y palabras son un caudal de vida que desborda.
Pero ni siquiera esto es lo fundamental. El libro en sí es la representación más auténtica de la lucha de dos radicales y universales actitudes humanas: la subjetividad frente a la objetividad, el idealismo frente al realismo. Y diríamos más, no sólo son actitudes que se afincan cada una en individuos diferentes, sino que, antes y primariamente, so dos tendencias profundas que, en lucha permanente, predominando una u otra según personas y momentos, proporcionan a cada uno la desazón de la búsqueda de la verdad. Y es el hecho de tratarse de actitudes humanas, como dice Alborg, lo que le da mayor hondura universal que la de los grandes mitos de otras obras; éstas responden a una pasión específica (amor, poder, etc.) encarnadas en héroes que, con toda su trascendencia, son sólo porciones del espíritu humano. Sin embargo, lo que don Quijote y Sancho simbolizan son dos modos de ser y dos tendencias de las que ningún humano se escapa.
Por último, como también dice Alborg, "lo más grande de la creación cervantina consiste en que esta prodigiosa universalidad de sus personajes se funde estrechamente con aquella individuada y personalísima existencia" de éstos. Don Quijote y Sancho no son símbolos que pretendan demostrar o mostrar algo, como ocurre en mayor o menor medida, en otras obras también importantes, sino personajes concretísimos que se van haciendo según van viviendo literariamente (como sucede en la vida misma); de ahí que nos parezcan personajes auténticamente históricos.
Técnica y estilo
Atendiendo sólo a aspectos generales y muy importantes, cabe señalar los siguientes:
La parodia (imitación, generalmente burlesca, de una obra, género, autor,... exagerando o ridiculizando sus rasgos más característicos) está presente, de forma constante, en todo el libro. La misma concepción de la novela y, por tanto, la estructuración de la mayoría de las aventuras es, como se ha dicho, una parodia de los libros de caballerías. Pero ésta se manifiesta también continuamente en recursos técnicos y estilísticos más concretos: en el recurso del apócrifo, en el lenguaje altisonante y arcaizante, en el uso y abuso de la hipérbole, etc.
La ironía, resultado en muchos casos de la parodia, es el recurso tal vez más utilizado en El Quijote; tan es así, que apenas hay frase que no lleve un doble sentido. La vemos ya en el encabezamiento de los capítulos con sus títulos hiperbólicos, en el desajuste constante entre actitudes y situaciones, en muchísimas expresiones de don Quijote y Sancho, etc.
Tanto la parodia como la ironía son ríos que desembocan en el inagotable humor del Quijote. Pero el humorismo sobrepasa dichos recursos: lo encontramos también en los graciosísimos diálogos entre Sancho y don Quijote, en la creación de nombres propios, en la invención de expresiones (como "escuderil vápulo", "académico argamasillesco", médico insulano", "gobernadoresco",...) en los trastrueques idiomáticos en la boca de Sancho, en los juegos de palabras, etc. Aunque la verdad es que parodia, ironía y humor se aúnan en una misma realidad literaria y no siempre admiten diferenciaciones claras.
Cabe resaltar también como otra consecución técnico estilística del Quijote la perfección del diálogo. Es, en primer lugar, el medio por el que los personajes, sobre todo don Quijote y Sancho, descubren sus intimidades en un proceso dialéctico que los define como seres independientes y vivos, a la vez que los conforma progresivamente. Pero, además, es un elemento estructural de primera magnitud que dinamiza la novela: las aventuras perderían gran parte de su valor sin los diálogos precedentes y subsiguientes.
Excepcional recurso del Quijote es su perspectivismo. Se entiende por tal el hecho de que la variedad de perspectivas que confluyen sobre una realidad son las que se definen. En la novela, el juego de perspectivas es muy complicado. Por una parte, está la combinación de los tres "autores": el narrador cristiano (que no es el Cervantes real), el traductor aljamiado y el historiador moro (Cide Hamete). El entrecruzamiento de las perspectivas de los tres enriquece la visión de lo narrado. Por otra, está la multitud de visiones vertidas por los personajes, con lo que se consigue ir definiendo una realidad indeterminada y huidiza. En este aspecto, si es de destacar el continuo y primer diálogo entre don Quijote y Sancho, no se puede olvidar el enriquecedor cúmulo de visiones de todos y cada uno de los personajes de la novela. Este perspectivismo es el que permite a Cervantes definir la verdad "cervantina", es decir, la ver dad "vital" o "existencial".
Uno de los hechos que más llama la atención durante la lectura de El Quijote es el grado de realismo y de vida independiente que Cervantes consigue plasmar en sus personajes, muy en especial en don Quijote y Sancho. En efecto, en la conciencia del lector de la obra y en la conciencia de la colectividad, se ha ido conformando una sensación de personajes reales, escapados de la novela. Los saberes y secretos técnicos con los que Cervantes ha conseguido esto son numerosos y, en muchos casos, sutiles. Baste aquí para indicar algunos más patentes:
a. Las vacilaciones o equivocaciones, atribuidas en ocasiones a descuido, dan un gran sentido de realidad: la variedad de nombres de don Quijote y la mujer de Sancho; el desconocimiento del lugar de nacimiento y ascendencia de don Quijote; las malas cuentas que hace del niño azotado, etc. En algunos casos la razón de ello está en la falta de documentos históricos (luego la historia no es una invención sino una realidad documentada); en otros, parece que la causa es que don Quijote, caballero de altos pensamientos, no puede entretenerse en bagatelas o cosas pragmáticas (realismo vital o existencial). El realismo nacido de la referencia a los documentos queda reforzado, además, por los frecuentes entredichos que el narrador" pone al historiador y al traductor.
b. La perfección del diálogo, verdadero encuentro del "yo" y del "tú" como en la vida, a la vez que conformador de la evolución de los personajes.
c. Es de especial interés, en este sentido el diálogo entre Sansón Carrasco y los protagonistas cuando aquél les comunica que ha leído su historia. El hecho de que don Quijote y Sancho enjuicien la verdad o perfección de la misma historia de sus vidas, les lanza fuera de la novela como personajes reales. En idéntica dirección están las consideraciones sobre el Quijote de Avellaneda y el hecho de que, a lo largo de la segunda parte, don Quijote se encuentra con personajes que ya han leído su historia y le reconocen sin necesidad de presentaciones.
Importante característica barroca de El Quijote es su dinamismo. éste afecta tanto a la estructura como al estilo. En efecto, dinámico es el movimiento de los personajes, la ininterrumpida sucesión de aventuras, el inagotable diálogo entre personajes, la técnica narrativa de capítulos abiertos y de la anticipación y el rápido ritmo de la sintaxis.
Por último es necesario mencionar la perfección y riqueza lingüísticas. Un dato nos puede llevar a intuir hasta qué punto esto es cierto en todos los aspectos: el número de palabras distintas usadas en la novela es de más de doce mil – hoy, una persona culta conoce seis o siete mil.

ARGUMENTO Y PERSONAJES DEL QUIJOTE

ARGUMENTO _ PRIMERA PARTE_

Un hidalgo cincuentón de un lugar de la Mancha, Alonso Quijano, a quien sus paisanos llamaban el Bueno, pierde el juicio de leer libros de caballerías y decide imitar a los héroes cuyas hazañas veía escritas en dichos libros y dejar de ser hidalgo de aldea –rocín, galgo, hurón, lanza y adarga– para convertirse en caballero aventurero. Realiza un auténtico ascenso social por su cuenta, y, sin tener derecho por su condición de hidalgo a utilizar el don de caballero, él se lo pone delante de su nombre inventado y se hace llamar don Quijote de la Mancha. Se provee de armas antiguas y desiguales, propias y de sus abuelos, se viste algunas piezas de una armadura arrumbada en un rincón y tomada del orín, y se compone un equipo completo de caballero andante, haciendo de un morrión de alabardero celada de caballero con cartones de papelón, alambres y unas cintas verdes, de tal manera que, más que de un caballero armado como es debido, el efecto que produce es el de un hombre disfrazado, un personaje de carnaval que se mostrara así en todas las épocas del año. Encomendándose a su dama, Dulcinea del Toboso, en quien él había idealizado a la campesina Aldonza Lorenzo, y montando en su desvencijado caballo Rocinante se pone en marcha en busca de aventuras por los famosos campos de Montiel. Sale de su «lugar» y se «desterritorializa» transgrediendo una norma no escrita de la sociedad aristocrática estamental, que reservaba a cada miembro del cuerpo social un lugar en el mismo: el labrador en sus pegujares, labrando la tierra; el hidalgo en su aldea, cazando con su hurón, atendiendo a la labranza de sus pocas yugadas de tierra y cumpliendo con sus obligaciones de cristiano; el caballero en la corte del rey, en el gobierno y en la milicia; el rey en el trono; los clérigos rezando. Por eso Alonso Quijano, al convertirse en don Quijote, esta cometiendo una auténtica transgresión social para su época, se está saliendo del papel que su sociedad le reserva como hidalgo de aldea.
Además, en su segunda salida se lleva con él a un labrador, Sancho Panza, que está dispuesto a dejar de serlo, a abandonar el campo y a no trabajar la tierra, y a convertirse en conde, duque, gobernador de una ínsula, o incluso obispo en «un quítame allá esas pajas», aunque para ese último cargo eclesiástico tiene el impedimento, no poco grave, de estar casado con su Mari Gutiérrez, o Juana Panza o Teresa Panza, que de todas estas maneras es denominada en el libro la mujer de Sancho.
Después de recorrer nuestro hidalgo fatigosamente la alta Mancha, solitario en su primera salida, se tropieza con una venta, que él cree ser un castillo, donde es recibido por dos mozas del partido (rameras), la Tolosa y la Molinera. Vela sus armas y es armado caballero por un ventero bribón, antiguo pícaro de los de la playa de Sanlúcar, a quien él confunde con el caballero señor del castillo, el cual le despide recomendándole que para otra ocasión se provea de dinero y de camisas.
Investido con el nuevo carisma de caballero novel, su primera hazaña consiste en proteger a un muchacho, Andrés, a quien su amo, Juan Haldudo el rico, vecino del Quintanar, estaba azotando. Más tarde encuentra a unos ricos mercaderes toledanos, a quienes manda que vayan a El Toboso a presentarse a Dulcinea. Al no obedecerle, arremete contra ellos y se cae del caballo. Un mozo de mulas, poco paciente, no soporta las bravatas que don Quijote les dirige desde el suelo y le rompe la lanza en las costillas. Malparado y maltrecho, es recogido por su vecino Pedro Alonso, a quien él confunde con Rodrigo de Narváez y con el Marqués de Mantua, personajes literarios de sus libros y del romancero. El buen labrador lo carga en su asno y lo devuelve a su aldea, donde es recibido por su sobrina, por el ama, por el cura Pero Pérez y por el barbero maese Nicolás con alivio. Lo recogen y lo acuestan en su cama, mientras él sigue sumido en su delirio caballeresco. Estamos al final del capítulo 5. En el capítulo 6, el cura y el barbero mandan tapiar el aposento donde está la librería de don Quijote y hacen una hoguera en el corral a la que arrojan, ayudados diligentemente por el ama, los libros de caballerías y otras obras de otros géneros literarios que han causado la locura del hidalgo. Es un capítulo del Cervantes historiador de la literatura con valiosos juicios sobre la narrativa española del siglo XVI.
Lo anterior podría ser el argumento de una «novella» corta a la italiana, de un cuento largo sobre la figura de un loco, semejante, por ejemplo, a la novela ejemplar cervantina de El licenciado Vidriera. Y probablemente fuera así, quizá el primer impulso del Quijote fuera esta historia corta. El argumento coin- cide con un anónimo Entremés de los romances (en el que se satiriza al escritor Lope de Vega), del cual, según Menéndez Pidal, habría recibido Cervantes la idea inicial de su obra. Pero las últimas investigaciones parecen refrendar que el Entremés es posterior al Quijote y se habría inspirado en él.

Una vez recobrado de su primera salida, se provee de camisas y de dinero, y busca la ayuda de un escudero, su vecino Sancho Panza, un rústico labrador y hombre de bien, «si es que ese título se puede dar al que es pobre», dice Cervantes, al que permite acompañarle en una caballería tan inadecuada para un escudero andante como es un asno. En el fondo Sancho, bobo y socarrón al mismo tiempo, está encantado con irse de su casa a la aventura y perder de vista por un poco tiempo a su mujer, de la que más adelante dirá que, si bien es verdad que no es muy mala, tampoco es que sea muy buena. Con la creación de la figura de Sancho surge la principal aportación de Cervantes a la novela moderna: el diálogo. Los parlamentos entre el caballero y el escudero, llenos de sorpresas humorísticas, a causa de las situaciones y de las prevaricaciones idiomáticas de Sancho, son un recurso permanente de comicidad: «arremeta don Quijote y hable Sancho Panza», dirá un personaje de la Segunda parte.
Y se reanudan las aventuras en esta segunda salida de don Quijote. Se suceden la de los molinos de viento (cap. 8), la de los frailes benitos y la del vizcaíno. En este momento se interrumpe la historia porque el autor (Cervantes) dice que el texto de donde nos enteramos que estaba tomando la historia no continúa. Pero un día, paseando el autor en Toledo por el Alcaná (el barrio de los mercaderes que estaba pegado a la Catedral), encontró en la tienda de un sedero unos papeles escritos en caracteres arábigos. Se los hizo traducir por un morisco aljamiado de los que por entonces todavía vivían en la ciudad. Resultó ser la historia de don Quijote, obra de un tal Cide Hamete Benengeli (o sea, el Señor Hamete de Toledo, casi coincidente con el título de una obra teatral de Lope de Vega, El Hamete de Toledo, ya que Benengeli, significa «berenjenero», el mote que se daba a los toledanos), que reanudaba la historia truncada un poco antes, la cual entonces ya puede continuar con la victoria de don Quijote sobre el gallardo vizcaíno. A partir de aquí Cervantes es sólo el segundo autor, porque él esta tomando la historia de don Quijote de este historiador arábigo. Reanudada la historia, se encuentran con unos pastores a los que don Quijote dirige el discurso de la Edad de Oro (cap. 11). En este punto se sitúa la primera historia intercalada, la de Marcela y Grisóstomo, en la que don Quijote defiende razonablemente el derecho de la joven Marcela a no amar a quien la ama, aunque se hubiera suicidado por ella. Es el mundo de las novelas pastoriles, de La Galatea cervantina de 1585, donde se plantean los «casos de amor» en abstracto, pero es el primer momento en que Cervantes se da cuenta de que su loco don Quijote, puede ser algo más que un loco para hacer reír a base de las confusiones de la realidad, de las payasadas y de los palos. Los cuales sin embargo no terminan: se sucede la aventura con unos yangüeses conductores de unas yeguas, con las que al malhadado Rocinante, en la única ocasión en que tiene un pensamiento no casto, se le ocurre la mala idea de refocilarse. Las consecuencias son de nuevo el apedreamiento de caballo, asno, caballero y escudero. Como pueden, llegan a una venta donde don Quijote fabrica el bálsamo de Fierabrás (que Sancho llama del Feo Blas), para curar las heridas. Después de ser aporreados por un arriero, por Maritornes y por un cuadrillero de la Santa Hermandad, Sancho termina siendo manteado por quererse ir sin pagar de la venta.
Con alivio se alejan de la misma y se suceden la aventura de los rebaños de ovejas que toma don Quijote por ejércitos (cap. 18), la del cuerpo muerto, el episodio de los batanes, el de la rica ganancia del yelmo de Mambrino y el de la liberación de los galeotes (cap. 22).

Este es uno de los momentos de inflexión más importante de la Primera parte. Don Quijote concede la libertad a una cadena de presos, condenados a remar en las galeras del rey, que iban conducidos por cuadrilleros de la Santa Hermandad. El más bellaco de los galeotes es Ginés de Pasamonte, que está escribiendo la historia de su vida como una novela picaresca, en el que Cervantes reflejó al escritor, y compañero suyo en Lepanto, Gerónimo de Passamonte. El episodio tiene graves consecuencias para caballero y escudero porque serán perseguidos por la Santa Hermandad. Sancho sugiere a don Quijote que se aparten de los caminos y se refugien en Sierra Morena, y así lo hacen.
Estamos en el capítulo 23, la novela no terminará hasta el capítulo 52, las aventuras lineales que les suceden a los protagonistas serán ya escasas. Pero a partir de este punto se intercalan relatos adyacentes a la acción principal, uno de los cuales, la novela de El curioso impertinente (caps. 33-35), es una novela exenta, la cual simplemente lee en voz alta uno de los personajes. Cervantes está aprovechando para su Don Quijote «novellas», relatos cortos, previamente escritos. Los otros relatos tienen una cierta relación con la acción principal, y Cervantes consigue la unidad en la diversidad, que era uno de los requisitos más difícil de conseguir en una narración extensa, en prosa o en verso, como lo ejemplifica la Jerusalén conquistada de Lope de Vega, una epopeya que se convirtió en una obra fracasada precisamente por este defecto esencial de falta de unidad.
Reanudando nuestro argumento, don Quijote, imitando a Amadís de Gaula (que se retiró a hacer penitencia a la Peña Pobre con el nombre de Beltenebrós al ser rechazado por Oriana), decide quedarse entre los riscos de Sierra Morena en pelota (en pellote) y haciendo extravagancias, y manda a Sancho a llevar un mensaje a Dulcinea. Este se dirige a El Toboso, pero en el camino se encuentra con el cura y el barbero de la aldea de don Quijote que habían salido en su busca, los cuales le convencen para que les conduzca adonde ha quedado el hidalgo. En medio de la narración se habían intercalado los relatos cruzados de dos parejas: Cardenio y Luscinda, Dorotea y don Fernando, en las que el «raro inventor» que era Cervantes consigue la proeza de mantener en tensión unas historias que continuamente se retoman y se abandonan. Es la novela barroca. Juntos todos estos personajes, fingen que la bella e ingeniosa Dorotea es la reina Micomicona, y consiguen sacar a don Quijote de entre los riscos de la sierra. Con el cual llegan de nuevo a la venta de Juan Palomeque (caps. 32-46), cuyo nombre hemos conocido, donde se suceden nuevos episodios: el de los pellejos de vino, un nuevo discurso de don Quijote sobre las armas y las letras, la disputa baciyélmica con el barbero a quien caballero y escudero habían despojado de su bacía de azófar en los capítulos anteriores. Y nuevas novelas intercaladas: ahora la Historia del cautivo, llena de recuerdos cervantinos de su cautiverio en Argel, la cual se entrelaza con la Historia del oidor y de su hija, que
a su vez nos lleva a la Historia del mozo de mulas. Fingen un encantamiento de don Quijote y lo encierran en una jaula en la que es conducido, en un carro tirado por bueyes, por el cura y el barbero hasta su casa. En el camino encuentran a un canónigo toledano que viaja acompañado de su comitiva, como un príncipe de la Iglesia que es (caps. 47-50). Con él mantendrán una sabrosa conversación de teoría literaria sucesivamente el cura y don Quijote, en la que Cervantes expuso su teoría literaria sobre la novela, las comedias y el poema heroico. Y así, después de despedirse del canónigo, el cura y el barbero devuelven a don Quijote y a Sancho (después de intercalar una última Historia de Leandra) a su casa.

Cervantes dejó abierta la posibilidad de una continuación de su obra, indicando
que en su tercera salida don Quijote fue a Zaragoza. Pero al mismo tiempo inventó la existencia de unos pedantescos y latinados académicos de la Argamasilla, que hacían el epitafio de don Quijote como si este hubiera muerto. Los académicos argamasillescos satirizan a los personajes del Quijote, que no salen bien parados de la sátira. Son alusiones en clave contra enemigos literarios de Cervantes (Lope de Vega y sus seguidores, probablemente) al igual que los poemas y el prólogo de los textos preliminares de esta Primera parte.

Entre esta Primera y la Segunda parte del Quijote cervantino se publicó el llamado Quijote de Avellaneda (1614). El autor o los autores (Avellaneda es un pseudónimo) de esta obra literariamente estimable realizaron una auténtica corrección del modelo cervantino (un «loco entreverado» con intervalos lúcidos, don Quijote, que recorre España queriendo imponer por la fuerza su propia justicia, atacando frailes y liberando galeotes; y un tonto-listo, Sancho Panza, dispuesto a cambiar de clase social y a ser gobernador o conde). Para neutralizar a estos personajes, socialmente transgresores, Avellaneda los llevó al sitio que la sociedad aristocrática estamental reservaba para ellos: el loco debe estar recluido en el manicomio donde sus actos y sus palabras no constituyan ningún peligro, y así ingresaron a don Quijote en el hospital de locos más famoso de la época, el Nuncio de Toledo; el tonto-listo debe ir a la corte, pero no como conde u obispo o gobernador, sino como bufón eutrapélico para entretener a «los caballeros de buen gusto» en sus diversiones palatinas, como los bufones de los cuadros de Velázquez. Pero Cervantes no les permitió a sus enemigos literarios la adulteración de sus personajes y, en su Segunda parte, reincidió en su modelo transgresor: su don Quijote nunca irá al manicomio, sino que, una vez cumplida su misión, recuperará la razón y morirá pacíficamente en su cama.

ARGUMENTO SEGUNDA PARTE

La acción de la Segunda parte del Quijote comienza cronológicamente un mes después de la segunda vuelta de don Quijote a su casa. Hasta el capítulo7 sólo hay diálogo: de don Quijote con el cura y el barbero, de don Quijote con Sancho, de este con su mujer. Aparece un nuevo personaje que cobrará gran importancia en la acción, el bachiller Sansón Carrasco, el trastulo (bufón) de las escuelas salmantinas, un personaje carnavalesco y burlón, como lo son los chatos y carirredondos, dice Cervantes.
De manera general podemos decir que todo el argumento de esta Segunda parte se resume en la tercera salida de don Quijote y Sancho. Sansón Carrasco, para curar a don Quijote de su locura, le anima a que haga una tercera salida, con el fin de derrotarlo y obligarle, bajo juramento de caballero, a quedarse definitivamente en su casa y a no salir más por esos mundos. En el capítulo 5 hay un sabroso coloquio entre Sancho y su esposa en el que este trata de convencerla de las ventajas de ser escudero de un caballero andante. Después caballero y escudero salen de nuevo en busca de aventuras.
Antes de empezarlas don Quijote desea ver a Dulcinea y se encamina a El Toboso (cap.9), pero Sancho inventa un encantamiento haciendo creer a don Quijote que Dulcinea es una labradora a quien encuentran en el camino montada en una borriquilla (cap. 10). Don Quijote está abrumado por la transformación de su dama, verdaderamente poco agraciada pero ágil como un alcotán, y agobia a Sancho preguntándole si está seguro de que la labradora es la misma que él ha visto en El Toboso en la Primera parte de la obra. Sancho, pillado en su mentira, no se atreve a acabar de mentir del todo y termina reconociendo a don Quijote que él sólo la había visto «de oídas». Luego acontece el encuentro con el caballero de los espejos y el escudero de las narices (caps. 12-15). El primero no es otro que Sansón Carrasco que, siguiendo su plan, va tras don Quijote para derrotarlo; el escudero es el también paisano Tomé Cecial, que va disfrazado con unas narices de carnaval desmesuradas que tienen aterrorizado a Sancho. Se enfrentan, pero Sansón es derrotado, con lo que su plan se va al garete y don Quijote queda reforzado en su designio de seguir haciendo caballerías andantescas. Después acontece la aventura con los leones y el encuentro con el Caballero del verde gabán, que les invita cortésmente a su casa, donde les agasaja. Este se llama don Diego de Miranda, y es un hidalgo de pueblo que lleva una vida moderada, semejante a como sería la de Alonso Quijano el Bueno si su mente no estuviera sacudida por la quimera caballeresca. No parece que don Quijote esté de acuerdo con esa vida pacífica de don Diego, que además tiene un hijo poeta, el cual lee sus versos a un estusiasmado don Quijote que no cesa de alabarlos. Más tarde asisten a las bodas del rico Camacho (caps. 20-21), un breve episodio intercalado que ya no tiene el carácter de los de la primera parte. Los nuevos episodios están más entretejidos con el hilo principal de la historia, de tal manera que no se perciben como ajenos. Es un fragmento semipastoril que plantea otro «caso de amor». El rico Camacho va a casarse con Quiteria, pero esta ama al pobre Basilio y es amada por él. Basilio finge su suicidio y pide antes de morir como última voluntad que le casen con Quiteria. Camacho no está de acuerdo, pero no se atreve a contradecir la opinión de los asistentes, compadecidos del falso moribundo. Una vez casados, descubren el engaño y los burlados quieren vengarse del burlador, pero don Quijote lo defiende y defiende los derechos del amor verdadero con razones convincentes para todos menos para Sancho, que ve algunas ventajas en que la muchacha se case con Camacho y así participe de sus riquezas y de la buena mesa de la boda, a la que él rinde entusiasmado tributo.
Continúan las aventuras del caballero con el descenso a la cueva de Montesinos (cap. 22), que está muy cercana a las Lagunas de Ruidera, donde don Quijote se ratifica, mediante una revelación soñada de Merlín, en el encantamiento de Dulcinea, lo cual le mantiene en permanente angustia hasta el final del libro. Luego sucede la aventura del rebuzno y el encuentro en una venta con maese Pedro y su retablo. Este no es otro que el bellaco Ginesillo de Pasamonte de la Primera parte, que recorre la Mancha de Aragón disfrazado de gitano con un parche en un ojo. Lleva un mono adivino al hombro y representa en un retablo de títeres el romance de Gaiferos y Melisendra. Cuando los
moros están a punto de capturar a los fugados amantes en la representación, don Quijote arremete con su espada y hace trizas el teatrillo de Ginés. Estamos en el capítulo 28.
En el siguiente, la acción da un salto de lugar, desde La Mancha de Aragón al río Ebro. El plan trazado al final de la Primera parte, la asistencia a las justas de Zaragoza, se debe cumplir. Después de la aventura del barco encantado del Ebro, la ilustre pareja se encuentra con una no menos ilustre duquesa que viene en hábito de cazadora.
Comienza ahora un extenso episodio que va desde el capítulo 30 al 57, el episodio de los duques. El ambiente rural en el que hasta entonces se ha desarrollado la vida de los héroes llega por primera vez a una auténtica corte palatina, aunque todo sea un fingimiento de los duques que toman a don Quijote y Sancho como bufones para entretenerse. Son los duques nobles eutrapélicos, propios de su época. Se consideraba correcto que los «caballeros de buen gusto» utilizaran a locos no furiosos, bobos, enanos (véanse Las Meninas, de Velázquez), deficientes y bufones para el entretenimiento de la corte. Por mucho que repugne a la sensibilidad actual, no cabe negar la gracia de un loco
para el entretenimiento. Un mayordomo se encargará de organizar las diversiones de los duques y fingirán la aventura de la condesa Trifaldi o de la dueña Dolorida, el vuelo de Clavileño, la profecía del mago Merlín, que crea un tema que reaparecerá continuamente hasta el final: Dulcinea está encantada y para desencantarla Merlín propone la única solución de que Sancho debe recibir tres mil trescientos azotes. Este está abrumado, pero todos, sobre todo don Quijote, le apremian y, después de muchas protestas, consigue la prerrogativa de que se los dará él mismo, aunque el socarrón, cuando por fin decide dárselos cobrándolos a buen precio, se los dará en las cortezas de los árboles.
Por primera vez van a separarse don Quijote y Sancho, porque este va a ser nombrado gobernador de la ínsula anhelada: la ínsula Barataria. El libro se convierte en un auténtico Carnaval: Sancho es recibido en la Ínsula con grandes muestras de entusiasmo, aunque sus súbditos están asombrados de la pequeñez y la gordura del nuevo gobernador. El gobierno tiene también sus sinsabores porque un medico infernal, licenciado por Osuna, don Pedro Recio de Agüero, natural de Tirteafuera, vela por la salud del gobernador y no le deja probar ningún plato en medio de retahílas de aforismos médicos en latín macarrónico. Sancho actúa con prudencia repartiendo justicia entre sus súbditos con mucho sentido común, pero las burlas a que le someten le convencen de su falta de idoneidad para el gobierno, de tal manera que lo abandona, pero, al ir a reunirse con don Quijote, él y su jumento se precipitan en una fosa. Es una alegoría de las caídas de príncipes y de la rueda de la Fortuna. Mientras tanto don Quijote recibe de noche en su aposento la visita de una dama. Él la confunde con la hija del señor del castillo que viene a disfrutar de los encantos del caballero y no sabe cómo salir del apuro, porque tampoco está muy seguro de la idoneidad de su ropa interior para una aventura amorosa; pero resulta ser una atribulada dueña de venerables tocas, doña Rodríguez, que es tan simple que cree que de verdad don Quijote es un «desfacedor de agravios» y viene a que le desfaga uno a ella: su hija, la joven Rodríguez, ha sido seducida y abandonada y está en un avanzado estado de preñez. El ofensor no quiere casarse con ella. Es el momento en que don Quijote ayude a una menesterosa. Se produce el desafío, pero los duques hacen que, en lugar del ofensor, que se ha fugado, luche contra don Quijote el lacayo Tosilos y que este lo venza. Pero el simpático Tosilos ve a la joven y preñada Rodríguez y se enamora de ella, con lo que se deja derrotar por don Quijote para que lo casen con
la muchacha. Después conoceremos que los duques se han vengado de Tosilos por no obedecerlos y le han degradado de lacayo a cartero.
Los acontecimientos históricos de la España contemporánea son reflejados por Cervantes en esta Segunda parte con mayor profusión que en la primera, como sucede con la expulsión de los moriscos, que se produjo mediante sendos decretos reales de 1609 y de 1613. Así, Sancho se encuentra con el tendero de su pueblo, Ricote el morisco (cap. 54), que está vestido de peregrino acompañado de unos alemanotes; ha tenido que salir del país por la expulsión y ha ido a Alemania, pero ahora ha regresado para volverse a ir con su familia y con un tesoro que ha dejado escondido. Su salvoconducto para caminar por España son unos huesos de jamón y una enorme bota de vino, prueba de su no pertenencia a la raza maldita. La actitud de Cervantes ante el problema no parece ser la oficial, porque hace decir a Ricote: «Dondequiera que estamos, lloramos por España». Se expresa una solidaridad con el pueblo expulso, ya que Cervantes destaca sólo los aspectos humanos del desarraigo. La historia se reanudará, mas tarde en Barcelona, donde aparece la hija de Ricote, la bella morisca Ana Félix, y un joven cristiano de su pueblo, don Gaspar Gregorio que, enamorado de la joven, ha preferido salir con ella al exilio superando las barreras étnicas y religiosas, aunque Ana Félix, al contrario que su padre Ricote, se había vuelto previamente cristiana. Reunidos de nuevo caballero y escudero deciden abandonar a los duques no sin recibir antes don Quijote la visita de Altisidora que finge estar enamorada de él. Cervantes no permite que se queden en la corte palatina de los duques como bufones eutrapélicos y les da la libertad: Cuando don Quijote se vio en la campaña rasa, libre y desembarazado de los requiebros de Altisidora, le pareció que estaba en su centro y que los espíritus se le renovaban para proseguir de nuevo el asunto de sus caballerías, y volviéndose a Sancho le dijo:
_ La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad así como por la honra se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres _ (II. 58).
Se ponen en camino y les ocurre después un encuentro con unos toros, que atropellan a don Quijote (cap. 58). Llegan a una venta donde el caballero se entera de que existe impresa una segunda parte sobre un falso don Quijote (cap. 59). Para desmentir al autor apócrifo y dejarlo por embustero, don Quijote decide no ir a Zaragoza y se encaminan a Barcelona. Cervantes incorporará más adelante a su novela al personaje de don Álvaro Tarfe, creación del Quijote de Avellaneda.
En el capítulo siguiente se encuentran con un auténtico héroe, ante el cual la figura de don Quijote palidece, el catalán Roque Guinart (Rocaguinarda), un personaje histórico, un bandolero que por entonces asolaba Cataluña. Se intercala aquí el episodio de Claudia Jerónima y Vicente, otro «caso de amor», en el que la protagonista mata por celos infundados a su amado. Don Quijote llega a Barcelona con un salvoconducto de Rocaguinarda y allí es acogido por don Antonio Moreno, que le muestra la cabeza encantada (caps. 61-62). Visitan la que se ha identificado como imprenta barcelonesa de Sebastián de Cormellas donde se está imprimiendo el falso Quijote de Avellaneda, y asiste en la playa de Barcelona a la captura de un bergantín pirata. Es el momento en el que se reanuda la historia de la morisca Ana Félix.
En el capítulo 64 es vencido don Quijote en la playa de Barcelona, por Sansón Carrasco, ahora disfrazado bajo el nombre de El Caballero de la Blanca Luna, el cual le obliga a volver a su aldea y a renunciar durante un año a sus veleidades caballerescas. Pero Sansón no logra que don Quijote reconozca que Dulcinea no es la mujer mas hermosa de la tierra. Ella es la más hermosa y él el caballero más desdichado por no haber sabido defender, con la fuerza de su brazo, su verdad. Apenado, deprimido y desnudo de sus armas, emprende el regreso a su tierra y piensa entonces en hacerse pastor (cap. 67): son los dos ideales del Renacimiento fracasados, la caballería andante y el mundo feliz de la Arcadia. Pasa de nuevo por el palacio de los duques donde le siguen haciendo burlas, a costa de Sancho y de sus azotes. Antes de llegar a su pueblo, siente tristes presagios. Se siente enfermo y agotado, al borde de la muerte. Pero antes de morir, recupera la razón, se convierte en Alonso Quijano el Bueno, hace su testamento y muere.

PERSONAJES

Don Quijote

Es el protagonista de la novela y constituye un consagrado mito de la literatura universal, y el más universal y profundo de la literatura española. Cervantes lo concibe, en su aspecto más externo, como herramienta para ridiculizar los libros de caballerías, cuyo género, ya superado en la época en que vivió el gran novelista español, provocaba particulares prevenciones estéticas en el autor, que veía tales obras como disparatadas, inverosímiles y escritas con un estilo falso e innecesariamente ampuloso.

Esta posición didáctica justifica la actitud cruel y burlesca adoptada por el autor, imponiéndose el personaje de tal modo a su función parodíca que se lleva de la mano a su propio creador haciéndole enorgullecerse de haberle dado vida y no perdonando en la segunda parte a Avellaneda por haberle querido usurpar su paternidad. Al representar en su locura al viejo héroe de aventuras caballerescas que fracasa fuera de su ambiente y de su mundo, el profundo humorismo cervantino resuelve la situación con un auténtico sentimiento trágico que palpita imperiosamente bajo la vestidura cómica de la novela. Don Quijote es el prototipo del hombre bueno y noble que quiere imponer su ideal por encima de las convenciones sociales y de las bajezas de la vida cotidiana, actuando a modo de redentor humano de una prosaica realidad que todos los días le hiere y ofende, erigiéndose campeón de las más puras esencias del amor, el honor y la justicia.

Su mismo peregrinar por los polvorientos caminos de la tierra manchega, entre mesoneros, arrieros y esbirros, en lucha con la realidad dura y mezquina, contribuye a su profunda simpatía humana, aun con sus equívocos y extravagancias. Alonso Quijano, convertido por sus sueños en don Quijote de la Mancha, es ante todo un hombre de carne y hueso, y así, y precisamente en virtud de su misma humanidad, penetra en el mundo de lo universal y de lo simbólico. Era un hidalgo campesino <>.

Su historia empieza en la edad crítica de los cincuenta años, cuando, como decía un humorista contemporáneo, los hombres se enamoran de las sirenas. Tenía recia complexión, <>. Un leve recuerdo de afecto juvenil le hace acordarse de una muchacha de El Toboso, a la que automáticamente convierte en su Dulcinea, o dama de sus pensamientos. Sus rasgos físicos y su alucinada "triste figura", cargado con las viejas armas que porta en sus huesudos miembros, le rodean de un aura de heroísmo que se sobrepone irremediablamente a la caricatura.

Es una interpretación irónica del mundo caballeresco que Cervantes conoció y amó. Existieron casos reales de locura que pudieron sugerir, exteriormente, la idea del gran protagonista de la novela. Se ha pensado en varios personajes apellidados Quijada, como por ejemplo don Luis Quijada, secretario de Carlos V y preceptor de don Juan de Austria, que tenía unos rasgos curiosamente coincidentes con los quijotescos, o un pariente de la esposa de Cervantes que llevaba aquel apellido; Zapata, en su Miscelánea, refiere el caso de un caballero que enloqueció y que quiso imitar las aventuras de Orlando, como ocurre en el Quijote de Avellaneda, y cuya demencia se explica como una tara hereditaria.

Don Quijote, en su primera salida, va solo contra el mundo, aunque posteriormente su necesidad de una figura que a la vez le sirva de contraste y le preste su hermandad se cubrirá con Sancho Panza, que a partir del capítulo VII será representante del buen sentido, el reclamo a las cosas de la tierra, y que si alguna vez frena la fantasía de su errante señor, otras la deja más profundamente abandonada a su primera e infantil humanidad. Desde entonces, Don Quijote y Sancho permanecen unidos y opuestos, hermanos pero a la vez jerárquicamente distintos, dentro de los cánones de la variedad y el claroscuro barrocos.

Esta unión provoca una doble corriente de mutuas influencias que perfecciona y humaniza la unión de las figuras extremas que mejor han encarnado el idealismo más desenfrenadamente puro y la realidad más simpáticamente limitada y doméstica. Don Quijote irradia esplendores de su grandeza, en contraste con la técnica del humorismo, desde su primera salida solitaria por los campos de la Mancha, durante el duro mes de julio, presentándonos las imágenes de su investidura de caballero en la venta, entre arrieros y mozas del partido, y de las brutales palizas que sufre de parte de maldicientes y arrogantes, montado en su seco y estilizado Rocinante.

He aquí a don Quijote, hermano nuestro y símbolo de amor y de justicia que se enfrenta contra los eternos castillos españoles que son los molinos de viento, consolidando uno de los mitos literarios más arraigados. Estas imágenes contrastan después con su espíritu doctrinal, cuando habla a los cabreros o cuando proyecta su sombra de místico ante la mesa de una venta, entre soldados, nobles y artesanos, exponiendo, en el discurso de las armas y de las letras, la teoría de las dos Españas del siglo XVI, las dos posiciones del tiempo de Carlos V: la heredada de don Juan de Austria, el héroe de Lepanto, y la de la burocracia escolástica y teológica del enlutado Felipe II

En la oscuridad de la noche se destaca su figura, entre las antorchas de la aventura del muerto, sugerida quizá por el traslado a Castilla del cadáver de San Juan de la Cruz. Así se aproxima la divina locura del poeta mayor y más iluminado de los místicos españoles con la locura humana del más justiciero y casto enamorado de los caballeros. Su figura oscila entre el dolor de los palos de los arrieros y de los segovianos, las befas de los duques superficiales y la victoria sobre el Caballero de los Espejos, en los campos más verdes y floridos o en la doble luz de ficción y novela de las figuras de retablo de maese Pedro.

Además, dejará la doliente grupa de su buen caballo de carne para montar a Clavileño, el cual le transporta en su fantasía, por encima de las nubes y de las estrellas, como un nuevo Pegaso del soñador de las más bellas ilusiones, al igual que también penetra en las entrañas de la tierra para descubrir los alocados secretos de la novela de la cueva de Montesinos, juntamente con la obsesión por el encanto de Dulcinea. Precisamente porque es un hombre concreto, tanto en sus acciones magistrales como en sus aspectos grotescos, don Quijote puede elevarse a la categoría de símbolo y de mito literario.

Los aspectos personales de don Quijote aparecen, en función de la novela en que se hallan, de maneras distintas en sus dos partes. En la primera, se combinan los episodios que de un modo directo se refieren a las dos figuras centrales y que en gran parte son los más famosos, como mito literario, de toda la obra -molinos de viento, rebaños de ovejas, aventura del muerto, conquista del yelmo de Mambrino, liberación de los galeotes, acontecimientos diversos en la venta, etc.-, y luego una gran variedad de temas que se insertan de forma ya indirecta y completamente lateral y extraña.

Esos episodios no son sino un resumen de todos los géneros novelescos que estaban de moda: el pastoril, el amoroso a la manera italiana, el morisco, la "novela ejemplar", etc. En la segunda parte, será el mismo Cervantes quien nos dice que el lector, indudablemente con penetrante intuición, preferiría las hazañas y las conversaciones de don Quijote y de su escudero a los demás asuntos, apenas relacionados con ellos, como la intervención de los protagonistas, por ejemplo, en las bodas de Camacho, donde se cae de lleno en la misma línea de la acción.

Una vez alcanzada la cumbre de la madurez, el novelista disfruta presentando a don Quijote tanto en episodios triunfales, como en la victoria sobre Sansón Carrasco bajo la apariencia de Caballero de los Espejos, o en la aventura del carro de los leones, como en la suave intimidad de la casa del Caballero del Verde Gabán, o al recoger la rebelión del personaje ante su falso autor Avellaneda. Podemos observar cómo, hacia el final de la novela, va triunfando el "quijotismo", en la manera de ser de Sancho y en toda la inmensa red de aventuras del capítulo de los duques, donde el mundo caballeresco se impone en la vida y en los sentimientos, con la simulación de la burla, con lo que se constituye una formidable puesta en escena de toda una sociedad que entra en aventuras y puebla campos, castillos y aldeas; de ínsulas, cabalgatas y seres fantásticos y grotescos.

Además, en toda la segunda parte en general se observa una evolución hacia la cordura de don Quijote desviada por la propia fantasmagoría construida a propósito en los episodios de los duques. Vencido el protagonista en Barcelona, la novela termina con el dolor de la peor derrota que sufre el caballero errante y su angustioso regreso a su aldea, recobrando la razón en su lecho de muerte.
Entre la primera y segunda partes que realmente escribió Cervantes apareció el segundo tomo del Ingenioso hidalgo don Quijote... del licenciado Alonso Fernández de Avellaneda. Cervantes se disgustó mucho con la usurpación y con el tono de desdén empleado por Avellaneda en sus observaciones, y, en el prólogo de su segunda parte y en los capítulos finales, satirizó muy duramente al autor apócrifo que se ocultaba bajo un seudónimo.

El Quijote de Avellaneda no deja de ser una vulgar falsificación de la concepción fundamental de la novela, convirtiendo a don Quijote en un carácter brutal y monomaníaco, carente de flexibilidad y gracia. Sus contemporáneos sólo comprendieron a don Quijote en su aspecto más superficial y cómico, si bien el Romanticismo, especialmente el alemán, valorizó el tipo de don Quijote interpretándolo como un carácter humanamente melancólico y de profundo contenido filosófico.

Sancho Panza

Figura fundamental que complementa la del protagonista, con la que constituye el máximo y natural contraste, en la más poderosa técnica de paralelismo. Sancho, escudero del loco caballero andante, es un pueblerino lleno de fe y también de astucia, de materialismo y de bondad, de ambición ingenua y de sentido común. Su personaje nace necesariamente para contener y refutar la fantasía desviada de su señor.

En la primera salida, en la que don Quijote va solo, nos damos cuenta de que a su lado falta una figura que le relacione con la verdadera realidad de las cosas y le ofrezca su simpática compañía. Es necesario el escudero, que, a partir de la segunda salida, acompañará en todo momento a don Quijote. En adelante, Sancho se halla en un constante "devenir" con respecto a su figura física, como si el pensamiento cervantino aún no la tuviera precisada.

Así, en el episodio del vizcaíno, le llama "Sancho Zancas", o piernas largas, mostrándolo muy diferente del tipo que más adelante se perfilará, esto es, de aquella "personilla" baja y barriguda que fue captada por los pintores y grabadores modernos, y que verdaderamente corresponde mejor a su restringido campo psicológico y a sus reacciones vitales. Del mismo modo, existe indecisión en cuanto a los nombres que se dan a su esposa, entre los cuales se impone el de Teresa Panza en la segunda parte de la obra.

Sancho Panza ha venido a convertirse en el signo del materialismo, en contraste con el idealismo de don Quijote, aunque, al igual que el caballero, conviene advertir que se trata de un carácter humano y no abstracto, y por lo tanto dotado de una gama de matices concretos que no pueden encerrarse en la mecánica de un arquetipo. Contra los típicos personajes de la novela picaresca, aquí se nos describe a un Sancho, hombre del pueblo, infantil y egoísta, pero a la vez leal, y, a pesar de su especial escepticismo, confiado en los sueños de su señor.

En su perfecta realización humana, Sancho cumple una función trascendental. Observando por ejemplo el episodio ejemplar de los molinos de viento, nos podemos dar cuenta de que Sancho capta la apariencia y la impresión de las cosas mientras su buen sentido le lleva a no separar la apariencia del fundamento real, aunque luego siempre creerá en la promesa de la ínsula. Cuando para diversión de los duques le vemos transformado en gobernador de Barataria, a lo largo de algunos sabrosos capítulos él es el auténtico protagonista de la novela, hasta el punto que dura ese episodio.

Así, es lógico que en muchas ocasiones se haya interpretado a Sancho como una transposición de don Quijote a un tono distinto. Ambos, el intelectual señor y el empírico escudero, pierden al soplo de una ilusión el equilibrio de su vivir y de su penar. La ínsula es para Sancho lo que Dulcinea es para don Quijote. En la compleja concepción cervantina, todo el mundo de la época se reagrupa en torno a las dos figuras del libro.

En la España caballeresca de los siglos XVI y XVII, existían dos tipos de hombres que se lanzaban al inmenso campo de batalla de la colonización de Europa y América: los españoles que combatían por una idea y los que simplemente buscaban un modo de lucro o de mando. Sancho, al encarnar esta segunda forma de ambición, nos brinda la lección de la inutilidad de su gobierno en Barataria, precisamente por las excelentes pruebas de capacidad política y de buen sentido que nos da y que se quiebran ante el desdén de la camarilla del duque, que no llega a comprender el auténtico fervor del pueblo ante las primitivas e ingeniosas sentencias del pacífico Sancho, merecedoras en algunos casos de la calificación de salomónicas.

Ante esto, el lector sin perjuicios se pone a favor de los ideales de don Quijote, aunque reconoce también la noble actitud de Sancho como gobernador. Uno de los tópicos más frecuentes al definir las figuras cervantinas es el de considerar al escudero como un cobarde. Sin embargo, lo viril de sus acciones queda patente en su pelea con el cabrero, en el episodio del loco Cardenio en Sierra Morena, y en algún otro pasaje. No se puede negar, por otra parte, que Sancho no comprende el afán de la lucha por la lucha que mueve a su señor, ni las cosas de caballerías. Como auténtico hombre del pueblo, sentirá mucho temor ante todo lo sobrenatural. Sancho encarna rudamente la virtud de la prudencia, pero no la tara de la cobardía.

El afecto y lealtad de Sancho por don Quijote se manifiestan en momentos como aquel de la segunda parte en que hablando con el escudero del Caballero de los Espejos dice: <>. Tampoco hay que olvidar, por otro lado, que en la concepción cervantina, siempre cargada de humorismo, Sancho desempeña un papel muy semejante al del típico gracioso de la obra, dentro del fundamento humano de la novela.

De hecho muchos de los rasgos caricaturescos que han contribuido a que se le tachara de "villanía" vienen por el contraste cómico, como son el miedo de Sancho ante los batanes, episodio en el cual se unen el misterio y el más grotesco realismo. También es una caricatura don Quijote, cuyos deseos idealistas le exaltan hasta la estilizada cumbre de los sueños señoriales del espíritu, a menudo más allá incluso de las propias intenciones del propio autor. Pero no hay que temer que se mecanice en las maneras de los graciosos de las comedias.
Tanto Sancho Panza como su amo, no vienen a darnos una lección de estética o de moral, ni a seguir las imposiciones de una moda. Existen porque su humanidad llena de desigualdades, sus expresivas salidas y la gracia de sus intervenciones en la acción viven su vida dentro del más sencillo y mejor modelo de arte. También hay que señalar la riqueza del lenguaje popular de Sancho, especialmente en sus proverbios, ensartándolos con suma gracia ante la irritación que su modo de hablar provoca en don Quijote. Ésto, junto a aquella intuición popular de profunda visión del mundo tan adecuada a un hombre sin letras, es el lado más encantador de su tipo y del libro.
Pero también puede añadirse que el humano sentimiento de Sancho al darse cuenta de que don Quijote, tras recobrar la cordura, se aproxima a la muerte, se manifiesta precisamente en la insistencia con que entonces vuelve a recordar a su amo sus sueños caballerescos, siendo por ello falsa la actitud de Sancho ante la muerte de don Quijote, como es falsa su actitud triste en todo el drama de Dulcinea.

En tiempo de Cervantes, tampoco lo comprendió Avellaneda, que sólo supo ver en Sancho un aspecto brutal, contra el cual el Sancho auténtico reaccionó en la segunda parte cervantina

Sansón Carrasco

Es uno de los personajes secundarios más importantes del Quijote. El bachiller Sansón Carrasco es un hombre amable y alegre que estudia a Aristóteles y que está lleno de fe en la infalibilidad de sus sistemas de lógica y de estética. Es tan robusto de alma y de cuerpo como el héroe cuyo nombre lleva y es un sincero amigo de Alonso Quijano el Bueno. Siendo incapaz de comprender la sublimidad de una creación poética como es la vida espiritual del Caballero de la Triste Figura, Sansón Carrasco vive, como los demás, en la tragedia de la incomprensión.
Y la vive con tanta mayor gravedad cuanto que él es el único que se para a razonar según un preciso sistema de antemano determinado. Además, su incomprensión le hace considerar que la creación poética es una locura, y por eso, lógicamente, será el más implacable enemigo de don Quijote. Sansón Carrasco es presentado en el umbral de la segunda parte de la obra. De regreso a su lugar, el mismo del que no se quería acordar don Quijote, lleva a él el eco del estrepitoso éxito que la Historia de don Quijote ha logrado en el mundo.
En un memorable diálogo con el protagonista, expone todas las críticas más o menos sinceras que acompañan el triunfo del libro. Con pocas palabras, serias, sensatas, aunque con algunos toques de burla, él mismo condena todas las habladurías. Pero a la vez adopta también la postura de crítico, de uno de esos críticos cultos e inteligentes a quienes falta lo esencial para apreciar una obra de arte, es decir, la capacidad de poder verla como tal y de considerar la crítica como un acto en el cual se revive la pasión del autor.
A Sansón Carrasco le falta el amor hacia el personaje, aunque si alguien se lo dijera seguro que se sorprendería y molestaría, pues él ama profundamente a Alonso Quijano y cree amar a don Quijote, y precisamente porque le ama es por lo que quiere curarle de su locura. En realidad, es rasgo común de los amigos y parientes que cuando se dan cuenta de que don Quijote es, más que nunca, víctima de su idea fija, se ponen a inventar una manera de hacerle recobrar la cordura.
El bachiller se decide a animar al caballero a reemprender su vida de aventuras y luego él se disfraza de guerrero, el Caballero de los Espejos, con la intención de desafiarle y vencerle, obligándole después a renunciar a las empresas caballerescas. Don Quijote posee un tan alto sentido del honor que de seguro no faltaría a su juramento. Pero la primera tentativa de Carrasco está a punto de acabar trágicamente, pues su caballo contribuye a que sea derribado con toda su brillante armadura. Don Quijote no tarda en arrojársele encima y sólo por milagro la cosa se resuelve sin derramamiento de sangre.
La segunda tentativa es un triunfo para el caballero de la Blanca Luna, último disfraz de Sansón. El héroe manchego es vencido, prestando el juramento que se le impone y regresando completamente aniquilado a su tierra. Lo que para Sansón y los razonadores había sido únicamente una carnavalada era en realidad una tragedia. La derrota es para don Quijote como la muerte de Dulcinea y de todo un mundo. Alonso Quijano desaparecerá poco después, una vez cumplida su misión.
En vista del sistema ideológico del poema cervantino, Sansón Carrasco aparece como lo racional en enfrentamiento directo contra lo irracional, el sistema de la lógica contra la encarnación del sentimiento puro. La lucha es fatal porque la realidad de don Quijote es para el aristotélico bachiller la negación de la realidad. La razón que ignora el sentimiento prevalece contra el sentimiento que prescinde de la razón, aunque mientras su espíritu esté libre, don Quijote no puede caer. La realidad verdadera es la que él mismo se ha creado. Pero en el preciso instante en que el espíritu cae prisionero, don Quijote muere, pues el vivía de la libertad y de la autodeterminación.
La victoria de Sansón Carrasco es la mayor derrota, ya que representa la negación de los valores máximos del espíritu. El bachiller es un fracasado tanto como crítico de la obra de arte como personaje. Vive ignorando el amor en su verdadera entidad y, por lo mismo, desconoce la poesía pura.

Dorotea
Personaje principal de una risueña comedia que se incluye en el desarrollo del Quijote. Su finalidad fundamental es la de manifestar el odio a la usurpación, entendiéndola como un abuso irreparable sobre el que se basa el orden feudal. Dorotea es una gran aficionada a los libros de caballerías, lo que justifica su inmediata disponibilidad para desempeñar su papel en la comedia doncellil que la proponen, siendo su actuación como princesa Micomicona un juego burlesco en el que se reflejarán todos los elementos típicos del tema de "la doncella menesterosa".
Todas las claves que Cervantes nos enseña configuran para el personaje una naturaleza compleja y específica que nos invita a identificarnos con él, siendo esto parte del secreto del autor para recrear un personaje profundo y con su propia personalidad, invitándonos así a hacernos más partícipes de su historia. Su origen es campesino, pero su inteligencia la convertirá en la encargada de administrar la hacienda y las cuentas de sus padres.
Lo más importante de su historia es que se foma como un perfecto reflejo de lo que ocurre en la vida real del personaje. El noble don Fernando es un traidor que la ha desposeído de su reino amoroso, aprovechándose de su superioridad social. En la época en que se crea el personaje hay una gran divulgación del tipo de "mujer vestida de hombre", precisamente como antítesis de la "doncella menesterosa".
Este nuevo carácter también quedará reflejado en Dorotea, por lo que nos hará disfrutar de una ingeniosa paradoja irónica que enfrentará los dos arquetipos de la mujer literaria de ese tiempo.


Dulcinea

Nombre literario de la dama de los pensamientos de don Quijote en la inmortal novela. Actualmente es el símbolo o mito literario de la mujer ideal tal como el poeta o el enamorado, aunque sea partiendo de un ser real-tal vez el más prosaico y cotidiano-la configura en sus sueños. La inefable validez poética del concepto de Dulcinea reside en el hecho de que el propio Cervantes deje su figura en una misteriosa penumbra respecto a su auténtica realidad.


Cuando don Quijote se decide a salir de su aldea y emprender las aventuras propias de un caballero errante, al reflexionar sobre la necesidad de una dama ideal, <>, quiere, como Amadís de Gaula respecto a Oriana, elegir a una señora a cuyos pies pueda poner los triunfos y trofeos de sus victorias, y a tal efecto piensa <>.

Se llamaba Aldonza Lorenzo, pero el caballero trocó su nombre por el poético de Dulcinea, apellidándola "del Toboso" por ser éste su lugar. Pero a través de la obra veremos cómo la Dulcinea de sus sueños era sobre todo un "ser ideal". Aunque se citen los nombres de sus padres, Lorenzo Corchuelo y Aldonza Nogales, grotescos de la aldea, a la "sayagüesa", don Quijote, al terminar sus alambicadas alabanzas, dice a Sancho Panza: <>; y en la segunda parte de la novela dice significativamente a la duquesa: <>.

Su amor, afirma, ha sido puramente platónico <>. A su vez Sancho, que dice conocerla, la transforma según los rasgos domésticos y triviales de su propio carácter: recia y de gruesa voz, con la cabeza en su sitio y bien hecha, nada melindrosa y dispuesta a reír de todo y de tomarlo todo a chanza.

Cuando Sancho finge a su señor haber llevado una carta a Dulcinea, el novelista intuye el doble plano de las dos realidades de ese personaje, según sea imaginado por el caballero o por el escudero, ya que en realidad ninguno de los dos había visto la escena que comenta; pues tampoco Sancho había ido aquella vez al Toboso. Don Quijote imagina a su dama ensartando perlas o bordando en oro; Sancho inventa haberla visto <>.

Para don Quijote los granos de trigo, al ser tocados por su mano, se convertían en perlas, y cuando Sancho afirma que exhalaba un olor algo hombruno, Don Quijote le responde profundamente: <>. La visita al Toboso, de noche en busca de la casa de Dulcinea, tiene el mismo hechizo de la doble verdad, y cuando, a la mañana siguiente, Sancho, como auténtico pícaro, finge ante dos vulgares campesinas el encantamiento de Dulcinea, el episodio se enriquece con un nuevo aspecto de humorismo y dolor.

Dulcinea es, pues, a través de todo el libro -y sólo se disuelve en la niebla del desengaño ante el umbral de la muerte- el símbolo de la gloria a que debe sacrificarse un caballero errante, y una creencia firme como la fe. Lo importante es -viene a decir don Quijote a los mercaderes toledanos- que sin verla debéis creer, confesar, asegurar, jurar y confirmar; pero al mismo tiempo es también la mujer de carne y hueso de la que el viejo don Quijote se enamoró. Unamuno vio profundamente que todo el heroísmo de don Quijote nace de ese amor a una mujer. Don Quijote se dijo siembre enamorado de la especie <>, y si perpetuó en su amada en <> <>.

A través de la obsesión del desencanto de Dulcinea nacen las dos figuras: la ideal o perfecta y la dolorosamente encantada, como símbolo del choque entre la perfección soñada y la dura realidad. Es sumamente significativo que en un sueño caballeresco, narrado junto a la Gruta de Montesinos, don Quijote mezcle junto a fantasías medievales, el tema de su pobreza de hidalgo miserable y el tema de la villana Dulcinea encantada. Ricardo Rojas observa que, del mismo modo que en varios cuadros de Velázquez junto al tema central aparece otro reflejado en un espejo, también en la novela <>.

En Dulcinea, más "esencial" que Melibea, Julieta o Margarita, precisamente por la misma imprecisión de sus contornos literarios, Cervantes intuyó la más bella entelequia de mujer ideal. Las interpretaciones esotéricas del Quijote en el siglo XIX lograron hallar en ella las más insólitas significaciones. El simbolismo filosófico creyó ver en Dulcinea <>, y en otras interpretaciones sectarias se quiso hacer de ella la sátira del culto a la Virgen o aun de todas las verdades de la fe católica, según una postura hoy completamente abandonada.

Nuestro siglo tiende a rebajar el nivel real de Dulcinea, llegando incluso a confundirlo con el tipo de Maritornes, aparte de su fealdad, como en la película, por lo demás notable, en que don Quijote fue representado por el famoso bajo Chaliapine; concepción ésta, arbitraria y vulgar, ni más ni menos que la "vivificación del Quijote" en el contemporáneo drama efectista Dulcinea de Gaston Baty, sobre el que se ha filmado una película española interpretada por Ana Mariscal. La misma imprecisión que constituye el secreto de la Dulcinea de Cervantes condenó fatalmente al fracaso las imitaciones que pretenden definir con líneas, palabras o imágenes un mito inefable que sólo se puede vislumbrar en las palabras a veces paradójicas del propio Don Quijote

Rui Pérez
Es el protagonista de la novela de El Capitán Cautivo. Cervantes elabora este personaje desde tres aspectos muy ligados a su persona: el familiar, el social y el geográfico. Pertenece a una modesta nobleza campesina situada en las montañas de León, representando así la honradez castellana. Las interpretaciones del origen de este militar cautivo son variadas y van desde su identificación con el propio Cervantes, hasta las teorías que lo suponen sacado de modelos reales que compartieron el cautiverio con el autor, concretamente de un soldado llamado Alonso López.
El refrán <> dice mucho de la decisión que toma el personaje lanzándose a la milicia. Posteriormente elegirá la lucha contra el turco, lo que refleja sus nobles intenciones, pues es un acto personal y voluntario que no es provocado por las circunstancias. Cae prisionero en la batalla de Lepanto y, a partir de aquí, gracias a la experiencia de su cautividad, Cervantes nos ofrece un testimonio irrefutable de todos los errores que se cometieron al juzgar la pérdida de la Goleta y el Fuerte de Túnez en 1574.
El capitán, con su postura, demuestra ser justo, inteligente y honrado, sabiendo dar la correcta medida entre las razones de despacho que anulan las decisiones de un guerrero y la patriotera opinión del vulgo, que ve la guerra sólo como símbolo de valentía, sin tener en cuenta su trasfondo político y militar.
La pasividad del personaje ante la posibilidad de ejecutar un plan de fuga se explica por su subordinación a los azares adversos y a las voluntades más poderosas de otras personas quizás menos nobles que él, lo cual dice mucho también de sus particularidades como individuo dueño de sus propias reacciones y decisiones.
Zara
Este personaje participa en la historia del capitán cautivo. Si algo hay que destacar de la hija de Agi Morato es, sobre todo, su ya comprobada creación en base al modelo real de una joven mora que verdaderamente existió y que vivió durante algún tiempo cerca del "baño" donde Cervantes sufrió su cautiverio. Esto implica una relativa exactitud histórica que es rasgo común de las creaciones cervantinas.
Zara es de ascendencia cristiana tanto por la rama paterna como por la materna. Está comprometida con el futuro sultán de Marruecos, Muley Maluco, el cual, una vez que están casados, debe ausentarse por razones políticas. Dos años después de su muerte en la batalla de Alcazarquivir, la mujer vuelve a contraer matrimonio, esta vez con Azán Agá.
En cualquier caso, la importancia de este personaje no radica en su historia, más o menos real, sino en la leyenda que se forma a su alrededor en cuanto a su inclinación al cristianismo o su devoción mariana, que serán provocadas en buena parte por sus orígenes.

A MI HONORABLE PADRE. 19/05/08

A mi honorable padre.

Me encuentro en una situación difícil, pero cómoda. Es como si flotara en el espacio de los recuerdos. Todo sabe a recuerdos, todo son momentos vividos. Si camino, recuerdo; si pienso recuerdo más intensamente; si tomo cerveza, recuerdo instantes que compartimos; si voy a la compra, él siempre está presente. Todo lo que hay a mi alrededor me recuerda a él. Sueño con su presencia. Fue una persona muy importante en mi vida y para mi vida. Le dije millones de veces que lo quería y eso me reconforta sobremanera. Ahí ando, en estos senderos me encuentro. En alguna ocasión, los lagrimales vierten alguna gota de dolor. Sigo viviéndolo mucho más intensamente que cuando me regalaba su presencia.
Fue un hombre bueno, un buen hombre. Íntegro hasta la exageración. Honesto hasta hacer de la honestidad misma su modo de vivir. Paciente como el mejor chacal que espera el movimiento de su presa para capturarla, él para ayudarla. No tenía palabras de más, las que usaba se llenaban de esperanza y de emoción contenida. Lo quise hasta la profundidad del alma compartida y amiga. Tuve poca comunicación con él en los últimos años porque se apagaba su intelecto y, a la vez, su generosidad de coloso humano.Todo huele a él; todo sabe a él; todo suena a él. A él. A él mismo.

Siempre te recordaré, siempre te querré querido papá.

IN MEMORIAM - Tu hijo Josemari.


A MI MADRE

A MI MUSA

¿Y ahora qué? Ya no estás a mi lado.
Tu presencia se deshace tal el hielo
en fuego, se fija como una obsesión
que me llena y me llega y me yaga
en tremendos nubarrones irónicos
que deshacen amapolas de sueño.
Ese sueño sutil y estremecedor
de tu voz, de tu sonrisa,
de tus tranquilizadoras manos,
alentadoras de sueños.
¡Dímelo al oído cuando estés!
Dime que quieres aunque sea un susurro mío,
un agradable abrazo mío, tal vez
un espontáneo beso mío.
¡Dímelo cuando estés!
Dime que el sueño sueña,
dime que el amor ama,
dime que sin llorar lloras,
dime que no podemos hacer nada, ya
dime que me quieres.
¡Dímelo mamá cuando estés!
Te quiero, quise y querré, a morir, planeta de mis sueños.

LA MISIÓN DE EDUCAR

Educar es lo mismo que ponerle un motor a una barca. Hay que medir, pesar, equilibrar... y poner todo en marcha. Pero para eso uno tiene que llevar en el alma un poco de marino, un poco de pirata, un poco de poeta, y un kilo y medio de de paciencia concentrada. Pero es consolador soñar, que ese inexperto barco mientras uno lo trabaja, irá muy lejos por el agua. Soñar que ese navío llevará nuestra carga de palabras hacia puertos distantes, hasta islas lejanas. Soñar que cuando un día esté durmiendo nuestra propia barca, en barcos nuevos seguirá nuestra bandera enarbolada. Manuela Fernández

PARA MI VIDA, PARA TI.


PARA MI VIDA, PARA TI.

Amor, azucena celestial,
que nada entre espumosas olas,
¿por qué no me dices que me quieres?
¿por qué no colocas tu dulce,
perfume entre caracolas?
Dime amor, huele mi perfume,
ama mi instante, sueña con
tu sombra, con tu recuerdo,
inventa la estrella, ama el infinito
exhala perfumes inquietos
y dormidos silencios de placer.
¿Por qué no me dices que me quieres?
Hambre de mis venas,
Elegíaca amaca,
Luz de mis luces,
Entrada de mis penas,
Novela sin escribir,
Amor de mi vida.
¿Qué quieres que te diga más?
¿Qué? ¿Qué sueñas?

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