domingo, 20 de diciembre de 2020

Termina un año maldito.

 Termina un año maldito, 2020, en el que un enemigo invisible, el coronavirus SARS-CoV-2, ha golpeado al mundo. La pandemia lo marcó casi todo, aunque hubo otras noticias, como la salida de España del rey emérito, las elecciones de Estados Unidos, el Black Lives Matter… Los columnistas de ‘El País Semanal’, los expertos de EL PAÍS y firmas invitadas, como Ferran Adrià y Álex Corretja, analizan los temas y acontecimientos que definieron este año: 30 miradas únicas que hablan de ciencia, confinamiento, solidaridad, crispación política...

La portada de este número especial retrata toda la angustia, el dolor y la incertidumbre que han marcado a fuego este 2020. Son dos sanitarias que se abrazan y lloran la muerte de Esteban Peñarrubia, enfermero del hospital Severo Ochoa de Leganés (Madrid), uno de los primeros profesionales de nuestra sanidad pública víctima de la covid-19. Después de los ancianos, y su injustificable abandono en las residencias, el personal sanitario es el que ha pagado un precio más alto —en vidas y en contagios— en la lucha contra el virus, al que se enfrentaron en los primeros momentos completamente desprotegidos.

2020 ha sido un año negro, sin paliativos. Nunca sospechamos que la globalización era también esto: un minúsculo meteorito que impacta en Wuhan (China) y transmite su capacidad de destrucción a la velocidad del rayo hasta el último rincón del planeta. No lo vimos venir, no estábamos preparados y hemos pagado nuestra soberbia con más de un millón y medio de muertos en todo el mundo y el colapso de nuestras economías. Nos creíamos a salvo en nuestras sociedades hiperprotegidas, e hicimos oídos sordos a las señales anticipatorias que lanzaron otros virus, y a quienes pedían planes de contingencia.

Para ser justos, la ceguera no es exclusivamente institucional: los votantes tendemos a no prestar atención a políticos, gestores o científicos que pidan recursos para cualquier amenaza que nos resulte invisible o incomprensible. Es el caso de la covid-19. Y ni siquiera cuando se materializó esa amenaza fue suficiente para algunos: hemos visto gentes por la calle sin mascarilla, clamando “¡libertad!”, y furibundos usuarios de redes sociales diseminando otro peligroso virus, el de la desinformación. Hay quienes desde sus despachos oficiales se convirtieron en apóstoles del negacionismo y aplicaron sin escrúpulos el manual básico del buen manipulador: ante la incertidumbre, exagera la confusión, desacre­dita a los expertos, niega la evidencia y señala un culpable. Por cierto, Donald Trump apura sus últimos días en la Casa Blanca, enfrascado precisamente en la búsqueda de culpables, tras perder las elecciones contra Joe Biden por más de siete millones de votos.

Inmunidad de rebaño. Doblegar la curva. Fómites. Antígenos. Pangolín. Hidroalcohólico. Aerosoles. Confinamiento. Carga viral. Rastreadores. Tasa de incidencia… La inflación de nuevas expresiones, términos técnicos y palabras durmientes que incorporamos a nuestro lenguaje cotidiano en 2020 demuestra lo excepcional del año. Algunas, como nueva normalidad, nos parecieron mágicas hasta que descubrimos su endeblez. Desempolvamos también el lenguaje bélico: frentes, retaguardias, toques de queda, batallas ganadas y perdidas, estrategias fallidas, víctimas, héroes y un enemigo común. Los ciudadanos, primero en Italia, luego en España y después en el resto del mundo, encontramos una expresión más pura y emocionante que toda la glosa épica: los aplausos desde el balcón, cada día a las ocho de la tarde, en homenaje a quienes nos han mantenido con vida.

El rayo de esperanza ha llegado en los últimos compases del año. La británica Maggie Keenan, de 90 años, sonreía al recibir la primera dosis de la primera vacuna anticovid en nuestro entorno, un golpe de efecto que el Reino Unido quería capitalizar a toda costa ahora que rompe definitivamente con la Unión Europea. Así que la globalización también era esto: un formidable esfuerzo científico, económico, cooperativo y logístico transnacional para encontrar, fabricar y distribuir en tiempo récord el antídoto contra uno de los virus más escurridizos de la historia.

Además del mecanismo preciso de cómo actúa en nuestros cuerpos el SARS-CoV-2, seguimos sin saber muchas otras cosas. La profundidad de esta segunda y brutal recesión económica —la segunda en apenas dos décadas del siglo XXI—, por ejemplo, o cuándo llegará la recuperación, o la influencia que tendrán los cambios tecnológicos acelerados en nuestras vidas personales y laborales. No sabemos cuánto tiempo habrá que estirar la solidaridad colectiva para atender las largas colas del hambre. Pero sí sabemos que seguimos siendo vulnerables, y quizá uno de los grandes aprendizajes pendientes sea cómo lidiar con nuestros sentimientos de fatiga, angustia, soledad, irritación y pena.

Testigos de una realidad confusa y desgarradora, en El País Semanal hemos acudido a la cita con los lectores cada domingo de este año maldito, y este número que tienen entre manos es el resumen de este esfuerzo de fotógrafos, periodistas y editores, a veces en circunstancias muy difíciles, por conocer y transmitir la dura realidad que se vivía en residencias, hospitales, funerarias, camposantos y en la intimidad de muchos hogares.

A principios de abril, uno de nuestros reporteros pasó tres días en un gran hospital de Madrid para vivir de primera mano la lucha encarnizada que se libraba contra el coronavirus. Volvió a casa: evitó el contacto físico con su mujer y sus niñas, desinfectó lo que llevaba encima, se frotó la piel en la ducha hasta casi despellejarse. Miró con aprensión el bloc donde había anotado todo lo que había visto, lo que le habían contado. Lo metió en el horno, por si acaso. ­Milagrosamente, la tinta no se borró. Y así pudo —­pudimos— contarlo.

https://elpais.com/elpais/2020/12/16/eps/1608140381_386860.html

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A MI HONORABLE PADRE. 19/05/08

A mi honorable padre.

Me encuentro en una situación difícil, pero cómoda. Es como si flotara en el espacio de los recuerdos. Todo sabe a recuerdos, todo son momentos vividos. Si camino, recuerdo; si pienso recuerdo más intensamente; si tomo cerveza, recuerdo instantes que compartimos; si voy a la compra, él siempre está presente. Todo lo que hay a mi alrededor me recuerda a él. Sueño con su presencia. Fue una persona muy importante en mi vida y para mi vida. Le dije millones de veces que lo quería y eso me reconforta sobremanera. Ahí ando, en estos senderos me encuentro. En alguna ocasión, los lagrimales vierten alguna gota de dolor. Sigo viviéndolo mucho más intensamente que cuando me regalaba su presencia.
Fue un hombre bueno, un buen hombre. Íntegro hasta la exageración. Honesto hasta hacer de la honestidad misma su modo de vivir. Paciente como el mejor chacal que espera el movimiento de su presa para capturarla, él para ayudarla. No tenía palabras de más, las que usaba se llenaban de esperanza y de emoción contenida. Lo quise hasta la profundidad del alma compartida y amiga. Tuve poca comunicación con él en los últimos años porque se apagaba su intelecto y, a la vez, su generosidad de coloso humano.Todo huele a él; todo sabe a él; todo suena a él. A él. A él mismo.

Siempre te recordaré, siempre te querré querido papá.

IN MEMORIAM - Tu hijo Josemari.


A MI MADRE

A MI MUSA

¿Y ahora qué? Ya no estás a mi lado.
Tu presencia se deshace tal el hielo
en fuego, se fija como una obsesión
que me llena y me llega y me yaga
en tremendos nubarrones irónicos
que deshacen amapolas de sueño.
Ese sueño sutil y estremecedor
de tu voz, de tu sonrisa,
de tus tranquilizadoras manos,
alentadoras de sueños.
¡Dímelo al oído cuando estés!
Dime que quieres aunque sea un susurro mío,
un agradable abrazo mío, tal vez
un espontáneo beso mío.
¡Dímelo cuando estés!
Dime que el sueño sueña,
dime que el amor ama,
dime que sin llorar lloras,
dime que no podemos hacer nada, ya
dime que me quieres.
¡Dímelo mamá cuando estés!
Te quiero, quise y querré, a morir, planeta de mis sueños.

LA MISIÓN DE EDUCAR

Educar es lo mismo que ponerle un motor a una barca. Hay que medir, pesar, equilibrar... y poner todo en marcha. Pero para eso uno tiene que llevar en el alma un poco de marino, un poco de pirata, un poco de poeta, y un kilo y medio de de paciencia concentrada. Pero es consolador soñar, que ese inexperto barco mientras uno lo trabaja, irá muy lejos por el agua. Soñar que ese navío llevará nuestra carga de palabras hacia puertos distantes, hasta islas lejanas. Soñar que cuando un día esté durmiendo nuestra propia barca, en barcos nuevos seguirá nuestra bandera enarbolada. Manuela Fernández

PARA MI VIDA, PARA TI.


PARA MI VIDA, PARA TI.

Amor, azucena celestial,
que nada entre espumosas olas,
¿por qué no me dices que me quieres?
¿por qué no colocas tu dulce,
perfume entre caracolas?
Dime amor, huele mi perfume,
ama mi instante, sueña con
tu sombra, con tu recuerdo,
inventa la estrella, ama el infinito
exhala perfumes inquietos
y dormidos silencios de placer.
¿Por qué no me dices que me quieres?
Hambre de mis venas,
Elegíaca amaca,
Luz de mis luces,
Entrada de mis penas,
Novela sin escribir,
Amor de mi vida.
¿Qué quieres que te diga más?
¿Qué? ¿Qué sueñas?

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